Página 116 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
camente en su Salvador puede la esposa hallar sabiduría, fuerza y
gracia para hacer frente a los cuidados, responsabilidades y pesares
de la vida. Ella debe hacer de él su fuerza y guía. Dése la mujer a
Cristo antes que darse a otro amigo terrenal, y no forme ninguna
relación que contraríe esto. Los que quieren disfrutar verdadera feli-
cidad, deben tener la bendición del cielo sobre todo lo que poseen,
y sobre todo lo que hacen. Es la desobediencia a Dios la que llena
tantos corazones y hogares de infortunio. Hermana mía, a menos
que quiera tener un hogar del que nunca se levanten las sombras, no
se una con un enemigo de Dios.
Como quien habrá de encararse con estas palabras en el juicio,
le suplico que considere el paso que se propone dar. Pregúntese:
“¿Apartará un esposo incrédulo mis pensamientos de Jesús? ¿Ama
los placeres más que a Dios? ¿No me inducirá a disfrutar las cosas
en que él se goza?” La senda que conduce a la vida eterna, es penosa
y escarpada. No tome sobre sí pesos adicionales que retarden su
progreso. Vd. no tiene bastante fuerza espiritual y necesita ayuda en
vez de impedimentos.
El Señor ordenó al antiguo Israel que no se relacionara por
casamientos con las naciones idólatras que lo rodeaban: “Y no
emparentarás con ellos: no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a
su hija para tu hijo.” Se da la razón de ello. La sabiduría infinita,
previendo el resultado de tales uniones, declara: “Porque desviará
a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de
Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá presto.” “Porque
tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios: Jehová tu Dios te ha escogido
para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están
sobre la haz de la tierra.” “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios,
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Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y
guardan sus mandamientos, hasta las mil generaciones; y que da el
pago en su cara al que le aborrece, destruyéndolo: ni lo dilatará al
que le odia, en su cara le dará el pago.”
Deuteronomio 7:3, 4, 6, 9,
10
.
En el Nuevo Testamento hay prohibiciones similares acerca del
casamiento de los cristianos con los impíos. El apóstol Pablo, en su
primera carta a los corintios declara: “La mujer casada está atada
a la ley, mientras vive su marido; mas si su marido muriere, libre
es: cásese con quien quisiere,
con tal que sea en el Señor.”
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