El casamiento con los incrédulos
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en su segunda epístola escribe: “No os juntéis en yugo con los
infieles: porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia?
¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿y qué concordia Cristo
con Belial? ¿o qué parte el fiel con el infiel? ¿Y qué concierto el
templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del
Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el
Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid de en medio
de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os
recibiré, y seré a vosotros Padre, y vosotros me seréis a mí hijos e
hijas, dice el Señor Todopoderoso.”
1 Corintios 7:39
;
2 Corintios
6:14-18
.
Hermana mía, ¿osará Vd. despreciar estas indicaciones claras y
positivas? Como hija de Dios, súbdita del reino de Cristo, comprada
con su sangre, ¿cómo puede Vd. unirse con quien no reconoce sus
requerimientos, que no está dominado por su Espíritu? Las órdenes
que he citado, no son palabras de hombre, sino de Dios. Aunque el
compañero de su elección fuese digno en todos los demás respectos
(y me consta que no loes), no ha aceptado la verdad para este tiempo;
es incrédulo, y el Cielo le prohibe a Vd. unirse con él. Vd. no puede,
sin peligro para su alma, despreciar esta recomendación divina.
Yo quiero advertirle su peligro antes que sea demasiado tarde.
Vd. escucha palabras dulces y agradables, y se siente inducida a
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creer que todo andará bien; pero no lee los motivos que inspiran
esas hermosas frases. Vd. no puede ver las profundidades de la
perversidad oculta en el corazón. Vd. no puede mirar detrás de las
escenas, y discernir las trampas que Satanás está tendiendo para
su alma. El quisiera inducirla a seguir una conducta que la haga
fácilmente accesible, para disparar las saetas de la tentación contra
Vd. No le conceda la menor ventaja. Mientras Dios obra sobre la
mente de sus siervos, Satanás obra por medio de los hijos de la
desobediencia. No hay concordia entre Cristo y Belial. Los dos no
pueden armonizar. Unirse con un incrédulo es ponerse en el terreno
de Satanás. Vd. agravia al Espíritu de Dios y pierde el derecho a su
protección. ¿Puede Vd. incurrir en tales desventajas mientras pelea
la batalla por la vida eterna?
Tal vez Vd. diga: “Pero yo he dado mi promesa, ¿debo retrac-
tarla?” Le contesto: Si Vd. ha hecho una promesa contraria a las
Sagradas Escrituras, por lo que más quiera retráctela sin dilación,