Página 123 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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El verdadero espíritu misionero
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No tenemos razones para desalentarnos mientras sabemos que
son tan numerosos los que están consagrados a la causa de la verdad,
y que están dispuestos a hacer nobles sacrificios para promoverla.
Pero hay todavía una gran falta, una gran necesidad entre nosotros.
Escasea demasiado el verdadero espíritu misionero. Todos los obre-
ros misioneros debieran poseer ese profundo interés por las almas
de sus semejantes que uniría los corazones por la simpatía y el amor
de Jesús. Deben solicitar fervorosamente la ayuda divina, y trabajar
sabiamente para ganar almas para Cristo. Un esfuerzo frío y sin vi-
gor no logrará nada. Es necesario que el Espíritu de Cristo descienda
sobre los hijos de los profetas. Entonces se manifestará tanto amor
por las almas de los hombres como el que Jesús ejemplificó en su
vida.
Id a trabajar
La razón por la cual no hay más profundo ardor religioso, ni
más fervoroso amor mutuo en la iglesia, se debe a que el espíritu
misionero se ha estado apagando. Poco se dice ahora acerca de
la venida de Cristo, que era una vez el tema de los pensamientos
y las conversaciones. Hay un desgano inexplicable, una creciente
repugnancia por la conversación religiosa; y se la reemplaza por
charlas ociosas y frívolas, aun entre los que profesan seguir a Cristo.
Hermanos y hermanas, ¿deseáis quebrantar el ensalmo que os
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domina? ¿queréis despertar de esta pereza que se asemeja al torpor
de la muerte? Id a trabajar, sintáis el deseo o no. Esforzaos perso-
nalmente por traer almas a Jesús y al conocimiento de la verdad.
Esta labor será para vosotros un estímulo y un tónico; os desper-
tará y fortalecerá. Por el ejercicio, vuestras facultades espirituales
se vigorizarán, de manera que tendréis más éxito para labrar vues-
tra propia salvación. El estupor de muerte pesa sobre muchos de
los que profesan a Cristo. Haced cuanto podáis para despertarlos.
Amonestadlos, suplicadles, argüíd con ellos. Rogad que el Espíritu
enternecedor de Dios derrita y ablande sus naturalezas glaciales.
Aunque se nieguen a escuchar, vuestro trabajo no estará perdido.
Mediante el esfuerzo hecho para bendecir a otros, vuestras propias
almas serán bendecidas.