Página 125 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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El verdadero espíritu misionero
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porque, como los antiguos saduceos, ignoraban las Escrituras y el
poder de Dios.
Los que estudian la Biblia con el sincero deseo de conocer y
hacer la voluntad de Dios, llegarán a ser sabios para la salvación.
La escuela sabática es un ramo importante de la obra misionera,
no sólo porque imparte a jóvenes y ancianos el conocimiento de
la Palabra de Dios, sino porque despierta en ellos el amor a sus
verdades sagradas y el deseo de estudiarlas por sí mismos; sobre
todo, les enseña a regir sus vidas por sus santas enseñanzas.
Todos los que toman la Palabra de Dios como regla de vida son
puestos en estrecha relación unos con otros. La Biblia es su vínculo
de unión. Pero su compañerismo no será buscado ni deseado por
aquellos que no se inclinan ante la sagrada Palabra como ante la
guía infalible. Divergirán, tanto en fe como en práctica. No puede
haber armonía entre ellos; son irreconciliables. Como adventistas
del séptimo día, colocamos por encima de las costumbres y tradi-
ciones el sencillo: “Así dice Jehová;” y por esta razón no estamos ni
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podemos estar en armonía con las multitudes que enseñan y siguen
las doctrinas y los mandamientos de los hombres.
Todos los que sean nacidos de Dios serán colaboradores con
Cristo. Los tales son la sal de la tierra. “Y si la sal se desvaneciere
¿con qué será salada?” Si la religión que profesamos no renueva
nuestro corazón ni santifica nuestra vida, ¿cómo ejercerá un poder
salvador sobre los incrédulos? “No vale más para nada, sino para ser
echada fuera y hollada de los hombres.”
Mateo 5:13
. La religión que
no ejerza un poder regenerador sobre el mundo, no tiene valor. No
podemos confiar en ella para nuestra salvación. Cuanto más pronto
la desechemos, tanto mejor; porque es impotente y espuria.
Hemos de servir bajo nuestro gran caudillo, arrostrar toda in-
fluencia contraria, trabajar juntamente con Dios. La obra que nos ha
sido asignada consiste en sembrar la semilla del Evangelio junto a
todas las aguas. En esta obra, cada uno puede desempeñar una parte.
La múltiple gracia de Cristo impartida a nosotros nos constituye
en mayordomos de talentos que debemos acrecentar dándolos a los
banqueros, a fin de que cuando el Maestro los pida, pueda recibir lo
suyo con creces.
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