Página 135 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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El espíritu del mundo es una tramp
Se descubrirá en el día del ajuste final que Dios conocía a cada
uno por nombre. Cada acción de la vida tiene un testigo invisible.
“Yo conozco tus obras,” dice Aquel que está “en medio de los siete
candeleros.”
Apocalipsis 3:15
;
1:13
. El sabe qué oportunidades han
sido despreciadas, cuán incansables han sido los esfuerzos del buen
Pastor para buscar a aquellos que estaban desviados en sendas tor-
tuosas, y para traerlos a la senda de la seguridad y la paz. Repetidas
veces, Dios ha llamado a los que amaban los placeres, y ha hecho
fulgurar la luz de su Palabra a través de su senda, para que pudiesen
ver su peligro y escapar. Pero siguen adelante, bromeando mientras
van por el camino ancho, hasta que al fin termina su tiempo de gracia.
Los caminos de Dios son justos y ecuánimes; y cuando la sentencia
sea pronunciada contra aquellos que sean hallados faltos, toda boca
quedará cerrada. ...
Sin fe es imposible agradar a Dios; porque “todo lo que no
es de fe, es pecado.”
Romanos 14:23
. La fe que se requiere no es
el mero asentimiento a las doctrinas; es la fe que obra por amor
y purifica el alma. La humildad, la mansedumbre y la obediencia
no son la fe; pero son los efectos o frutos de la fe. Tenéis todavía
que alcanzar estas gracias aprendiendo en la escuela de Cristo. No
conocéis los sentimientos y los principios del cielo; su lenguaje es
casi un lenguaje extraño para vosotros. El Espíritu de Dios intercede
todavía en vuestro favor; pero tengo serias y dolorosas dudas acerca
de si escucharéis esa voz que ha estado suplicándoos durante años.
Espero que la escucharéis, os convertiréis y viviréis.
¿Os parece que es un sacrificio demasiado grande dar vuestras
pobres e indignas personas a Jesús? ¿Preferiréis la desesperada
servidumbre del pecado y la muerte, en vez de que vuestra vida
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sea separada del mundo, y unida con Cristo por vínculos de amor?
Jesús vive todavía para interceder por nosotros. Esto debe provocar
diariamente gratitud en nuestro corazón. El que se da cuenta de
Testimonios para la Iglesia 5:435-439 (1885)
.
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