La crisis venidera
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Como el acercamiento de los ejércitos romanos fué para los
discípulos una señal de la inminente destrucción de Jerusalén, esta
apostasía podrá ser para nosotros una señal de que se llegó al límite
de la tolerancia de Dios, de que nuestra nación colmó la medida de
su iniquidad, y de que el ángel de la misericordia está por emprender
el vuelo para nunca volver. Los hijos de Dios se verán entonces
sumidos en aquellas escenas de aflicción y angustia que los profetas
describieron como el tiempo de angustia de Jacob. Ascienden al
cielo los clamores de los fieles y perseguidos. Y como la sangre
de Abel clamó desde el suelo, hay voces que claman a Dios desde
la tumba de los mártires, desde los sepulcros del mar, desde las
cuevas de las montañas, desde las bóvedas de los conventos: “¿Hasta
cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre
de los que moran en la tierra?”
Apocalipsis 6:10
.
Una obra que se ha de hacer
El Señor está haciendo su obra. Todo el cielo está conmovido.
El Juez de toda la tierra ha de levantarse pronto para vindicar su
autoridad insultada. La señal de la liberación será puesta sobre
los que guardan los mandamientos de Dios, reverencian su ley y
rechazan la marca de la bestia y su imagen.
Dios ha revelado lo que ha de acontecer en los postreros días,
a fin de que su pueblo esté preparado para resistir la tempestad de
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oposición e ira. Aquellos a quienes se les han anunciado los sucesos
que les esperan, no han de permanecer sentados en tranquila expec-
tación de la venidera tormenta, consolándose con el pensamiento
de que el Señor protegerá a sus fieles en el día de la tribulación.
Hemos de ser como hombres que aguardan a su Señor, no en ociosa
expectativa, sino trabajando fervientemente, con fe inquebrantable.
No es ahora el momento de permitir que nuestras mentes se enfras-
quen en cosas de menor importancia. Mientras los hombres están
durmiendo, Satanás arregla activamente los asuntos de tal manera
que el pueblo de Dios no obtenga ni misericordia ni justicia. El
movimiento dominical se está abriendo paso en las tinieblas. Los
dirigentes están ocultando el fin verdadero, y muchos de los que
se unen al movimiento no ven hacia dónde tiende la corriente que
se hace sentir por debajo. Los fines que profesan son benignos y