Página 179 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Protejamos a nuestros hermanos
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el Señor mismo comunique sus ideas al alma. ¡Qué pensamiento!
En vez de nuestras pobres ideas y planes terrenales restringidos, el
Señor nos comunicará sus propias ideas y sus pensamientos nobles,
amplios, abarcantes, que siempre llevan hacia el cielo.
Vuestro peligro estriba en dejar de avanzar hacia el “premio de
la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.”
Filipenses 3:14
. ¿Os
ha dado el Señor luz? Entonces sois responsables de esa luz; no
simplemente mientras sus rayos brillan sobre vosotros, sino por todo
lo que os ha revelado en lo pasado. Debéis entregar vuestra voluntad
diariamente a Dios; debéis andar en la luz y esperar más, que él os
la dará, pues la luz del amado Salvador resplandecerá en rayos cada
vez más claros en medio de las tinieblas morales, hasta que llegue el
día perfecto.
¿Están todos los miembros de vuestra iglesia procurando obtener
maná fresco cada mañana y noche? ¿Estáis procurando iluminación
divina? ¿O estáis ideando medios por los cuales podáis glorificaros
a vosotros mismos? ¿Estáis amando y sirviendo a Dios con toda
vuestra alma, fuerza, mente y poder, beneficiando a otros en derredor
vuestro y conduciéndolos a la luz de la verdad? ¿Estáis satisfechos
con las bendiciones pasadas? ¿O estáis andando como anduvo Cristo,
trabajando como él trabajó, revelándole a él al mundo en vuestras
palabras y acciones? ¿Estáis, como hijos obedientes, viviendo una
vida pura y santa? Cristo debe ser introducido en vuestra vida. El
solo puede curaros de la envidia, las malas sospechas contra vuestros
hermanos; él solo puede quitaros el espíritu de suficiencia propia que
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algunos de vosotros albergáis, para vuestro detrimento espiritual.
Jesús solo puede haceros sentir vuestra debilidad, vuestra ignorancia,
vuestra naturaleza corrupta. El solo puede haceros puros, refinados,
haceros idóneos para las mansiones de los bienaventurados.
“En Dios haremos proezas.”
Salmos 60:12
. ¡Cuánto bien po-
dríais hacer siendo leales a Dios y a vuestros hermanos, reprimiendo
todo pensamiento carente de bondad, todo sentimiento de envidia
o de importancia propia! Permitid que vuestra vida se llene de un
bondadoso afán de servir a los demás. No sabéis cuán pronto podéis
ser llamados a deponer la armadura. La muerte puede arrebataros
repentinamente, sin daros tiempo a prepararos para vuestro último
cambio ni dejaros fuerza física o poder mental para fijar vuestros
pensamientos en Dios y hacer la paz con él. Antes de mucho, algu-