Página 182 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
Pablo agradecía así el consuelo que Dios le diera: “Bendito sea
... el Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que
están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros
somos consolados de Dios.”
2 Corintios 1:3, 4
. Y al sentir Pablo el
consuelo y el calor del amor de Dios, reflejaba la bendición sobre
los demás. Conduzcámonos de modo que los cuadros que se graben
en nuestra memoria no sean de un carácter tal que no podamos
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reflexionar en ellos.
Una vez muertos aquellos con quienes tratamos, no habrá más
oportunidad de retractar palabra alguna de las que les dirigimos,
ni borrar de la memoria ninguna impresión penosa. Por lo tanto,
cuidemos nuestra conducta, no sea que ofendamos a Dios con nues-
tros labios. Desechemos toda frialdad y divergencia. Enternezcamos
nuestro corazón delante de Dios, mientras recordamos su trato mi-
sericordioso con nosotros. Consuma el Espíritu Santo, como llama
santa, la escoria amontonada ante la puerta del corazón; dejemos
entrar a Jesús y fluya su amor hacia los demás por nuestro inter-
medio, en palabras, pensamientos y actos de cariño. Entonces, si
la muerte nos separa de nuestros amigos, y no los hayamos de ver
hasta que estemos ante el tribunal de Dios, no nos avergonzaremos
al ver reproducidas las palabras nuestras que fueron registradas.
Cuando la muerte cierra los ojos de una persona, y sus manos
quedan cruzadas sobre el pecho inmóvil, ¡cuán pronto cambian las
divergencias! Ya no hay amarguras ni resentimientos; los desprecios
y yerros se olvidan y perdonan. ¡Cuántas palabras de cariño se dicen
acerca de los muertos y cuántas cosas buenas de su vida se recuer-
dan! Se expresan alabanzas y encomios; pero caen en oídos que no
oyen, sobre corazones que no sienten. Si esas palabras se hubiesen
dicho cuando el espíritu cansado las necesitaba, cuando el oído podía
oírlas y el corazón sentirlas, ¡qué cuadro agradable habría quedado
en la memoria! ¡Cuántos, mientras están de pie, embargados por la
reverencia frente al silencio de la muerte, recuerdan con vergüenza
y con pesar las palabras y los actos que infundieron tristeza al cora-
zón que está paralizado ahora para siempre! ¡Infundamos ahora en
nuestra vida toda la riqueza, el amor y la bondad que podamos in-
fundirle! Seamos serviciales, agradecidos, pacientes y tolerantes en
nuestro trato unos con otros. Mientras viven aún nuestros hermanos,