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Joyas de los Testimonios 2
En todos los asuntos de la indumentaria, debemos ser estricta-
mente cuidadosos y seguir muy de cerca las reglas bíblicas. La moda
ha sido la diosa que ha regido el mundo, y con frecuencia se insinúa
en la iglesia. La iglesia debe hacer de la Palabra de Dios su norma
y los padres deben pensar inteligentemente acerca de este asunto.
Cuando ven a sus hijos inclinarse a seguir las modas mundanas,
deben, como Abrahán, ordenar resueltamente a su casa tras sí. En
vez de unirlos con el mundo, relacionadlos con Dios. Nadie deshon-
re el santuario de Dios por un atavío ostentoso. Dios y los ángeles
están allí. El Santo de Israel ha hablado por medio de su apóstol:
“El adorno de las cuales no sea exterior con encrespamiento del
cabello, y atavío de oro, ni en compostura de ropas; sino el hombre
del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato de espíritu
agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios.”
1
Pedro 3:3, 4
.
La instrucción del nuevo creyente
Cuando se ha suscitado una iglesia y se la ha dejado sin instruc-
ción acerca de estos puntos, el predicador ha descuidado su deber y
tendrá que dar cuenta a Dios de las impresiones que dejó prevalecer.
A menos que se inculquen en los miembros ideas correctas de la
adoración y reverencia verdaderas, habrá una creciente tendencia
a poner lo sagrado y eterno al mismo nivel que las cosas comunes,
y los que profesan creer la verdad ofenderán a Dios y deshonrarán
la religión. Nunca podrán, con sus ideas incultas, apreciar un cielo
puro y santo ni estar preparados para alternar con los adoradores de
los atrios celestiales, donde todo es pureza y perfección, donde todos
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los seres manifiestan perfecta reverencia hacia Dios y su santidad.
Pablo describe la obra de los embajadores de Dios como una obra
mediante la cual cada hombre será presentado perfecto en Cristo
Jesús. Los que abrazan la verdad de origen celestial, deben ser
refinados, ennoblecidos, santificados por ella. Se requerirán muchos
esfuerzos esmerados para alcanzar la norma de Dios en cuanto al
verdadero carácter del hombre y la mujer. Las piedras irregulares
sacadas de la cantera deben ser talladas, y sus lados toscos deben ser
pulidos.