La piedad práctic
Basilea, Suiza, 1 de marzo de 1887.
Estimados Hermanos de Oakland,
Mi espíritu se siente impulsado a escribiros. Vez tras vez me
encuentro hablándoos en mis sueños, y en cada caso estáis en di-
ficultad. Pero venga lo que venga, no permitáis que ello debilite
vuestro valor moral, ni haga degenerar vuestra religión en un forma-
lismo en el cual no tenga parte el corazón. El amante Jesús está listo
para bendeciros abundantemente; pero necesitamos obtener expe-
riencia en la fe, en la oración ferviente, y regocijarnos en el amor
de Dios. ¿Será alguno de nosotros pesado en la balanza y hallado
falto? Debemos velar sobre nosotros mismos, vigilar los menores
impulsos profanos de nuestra naturaleza, no sea que traicionemos las
altas responsabilidades que Dios nos ha confiado como sus agentes
humanos.
Debemos estudiar las amonestaciones y correcciones que dió
a su pueblo en tiempos pasados. No carecemos de luz. Sabemos
qué obras debemos evitar, y qué requerimientos nos ha ordenado
observar; así que si no procuramos saber y hacer lo correcto, es
porque el obrar mal conviene más al corazón carnal que hacer el
bien.
Siempre habrá algunos sin fe, que esperarán ser llevados adelante
por la fe de otros. No tienen conocimiento experimental de la verdad,
y por consiguiente no han sentido su poder santificador en su propia
alma. Incumbe a todo miembro de la iglesia escudriñar queda y
diligentemente su propio corazón, y ver si su vida y carácter están
en armonía con la gran norma de justicia divina.
El Señor ha hecho grandes cosas por vosotros en California, y
particularmente en Oakland; pero hay mucho más que le agradaría
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hacer si hicieseis corresponder vuestras obras a vuestra fe. Dios no
honra nunca la incredulidad con ricas bendiciones. Recapitulad lo
Testimonios para la Iglesia 5:532-541 (1889)
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