Página 221 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La apariencia del mal
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enseñar la verdad se inclina a estar mucho en compañía de mujeres
jóvenes o aun casadas, cuando pone familiarmente su mano sobre
ellas, o está a menudo conversando con ellas de una manera familiar,
temedle. Los principios puros de la verdad no están engarzados en su
alma. Los tales no están en Cristo, y Cristo no mora en ellos. Nece-
sitan una conversión cabal, antes que Dios pueda aceptar su trabajo.
La verdad de origen celestial no degrada nunca al que la recibe; ni
le induce a la menor aproximación a la familiaridad indebida; por el
contrario, santifica al creyente, refina su gusto, lo eleva y ennoblece,
y lo pone en íntima comunión con Jesús. Le induce a considerar la
orden del apóstol Pablo de abstenerse aun de la apariencia del mal,
porque “no sea pues blasfemado vuestro bien.”
Romanos 14:6
.
Este es un asunto al cual debemos prestar atención. Debemos
precavernos contra los pecados de esta era degenerada. Debemos
mantenernos alejados de todo lo que sepa a familiaridad indebida.
Dios lo condena. Es terreno prohibido, sobre el cual es inseguro
asentar los pies. Cada palabra y acción debe tender a elevar, refinar
y ennoblecer el carácter. Hay pecado en la irreflexión acerca de tales
asuntos. El apóstol Pablo exhortaba a Timoteo a la diligencia y al
esmero en su ministerio, y le instaba a meditar en las cosas puras y
excelentes, para que su aprovechamiento fuese manifiesto a todos.
El mismo consejo lo necesitan mucho los jóvenes de la era actual. Es
esencial la consideración reflexiva. Si tan sólo los hombres quisieran
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pensar más, y obrar menos impulsivamente, tendrían mucho más
éxito en su trabajo. Estamos manejando asuntos de importancia
infinita, y no podemos entretejer en nuestra obra nuestros propios
defectos de carácter. Debemos representar el carácter de Cristo.
Elevados en pensamiento y acción
Tenemos una gran obra que hacer para elevar a los hombres y ga-
narlos para Cristo, para inducirlos a elegir y procurar fervientemente
participar de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción
que hay en el mundo por la concupiscencia. Todo pensamiento, toda
palabra y toda acción de los obreros deben corresponder por su altura
a la sagrada verdad que defienden.
Puede ser que los hombres y las mujeres necesiten cooperar en
nuestros importantes campos misioneros. En tal caso, no pueden ser