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Joyas de los Testimonios 2
demasiado circunspectos. Sean los hombres casados reservados y
cuidadosos, para que no se pueda decir con verdad ningún mal de
ellos. Estamos viviendo en una época cuando abunda la iniquidad,
y una palabra descuidada o una acción impropia pueden perjudicar
grandemente la utilidad del que manifiesta esa debilidad. Mantengan
en alto los obreros las barreras de la reserva; no dejen que se produz-
can circunstancias que el enemigo pueda aprovechar. Si empiezan a
cifrar sus afectos en otra persona, y le dirigen atención especial y
palabras aduladoras, Dios retraerá su Espíritu.
Si entran en la obra hombres casados, dejando a sus esposas en
casa para cuidar a los niños, la esposa y madre está haciendo una
obra tan grande e importante como la del esposo y padre. Mientras
él está en el campo misionero, ella es, en el hogar, una misionera
cuyos cuidados, ansiedades y cargas exceden con frecuencia a las
del esposo y padre. Es importante y solemne su obra de amoldar la
mente y el carácter de sus hijos, de prepararlos para ser útiles aquí
e idóneos para la vida futura e inmortal. En el campo misionero, el
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esposo puede recibir los honores de los hombres, mientras que la que
trabaja en casa no recibe tal vez reconocimiento terrenal por su labor.
Pero si ella trabaja para los mejores intereses de su familia, tratando
de amoldar su carácter según el modelo divino, el ángel registrador
escribe su nombre como el de una de las mayores misioneras del
mundo. Dios no aprecia las cosas de acuerdo a la visión finita del
hombre.
¡Cuán cuidadoso debe ser el esposo y padre en mantener su
lealtad a sus votos matrimoniales! ¡Cuánta circunspección debe
haber en su carácter, no sea que estimule en algunas jóvenes, o aun en
mujeres casadas, pensamientos que no estén de acuerdo con la norma
alta y santa: los mandamientos de Dios! Cristo enseña que estos
mandamientos son amplísimos, y que llegan hasta los pensamientos,
intentos y propósitos del corazón. Allí es donde muchos delinquen.
Las imaginaciones de su corazón no son del carácter puro y santo
que Dios requiere; y por muy alta que sea su vocación, por talentosos
que sean ellos, Dios anotará la iniquidad contra ellos, y los contará
como mucho más culpables y merecedores de su ira que aquellos
que tienen menos talento, menos luz, menos influencia.