Página 233 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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El amor por los que yerran
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cometidos por ignorancia, irreflexión o debilidad, son exagerados
hasta presentarse como pecados voluntarios y premeditados. Al ver
a las almas extraviarse, algunos cruzan las manos y dicen: “Ya le
dije. Sabía que no se podía fiar en ellas.” Así adoptan la actitud
de Satanás, regocijándose en espíritu de que sus malas sospechas
resultaron correctas.
Debemos esperar encontrar y tolerar grandes imperfecciones en
aquellos que son jóvenes inexpertos. Cristo nos ha invitado a tratar
de restaurar a los tales con espíritu de mansedumbre, y nos tiene por
responsables si seguimos una conducta que los impulse al desaliento,
a la desesperación y la ruina. A menos que cultivemos diariamente la
preciosa planta del amor, estamos en peligro de volvernos estrechos
y fanáticos, faltos de simpatía y criticones, estimándonos justos
cuando distamos mucho de ser aprobados por Dios. Algunos son
descorteses, bruscos y rudos. Son como erizos de castañas; pinchan
cuandoquiera que se les toque. Los tales causan un daño incalculable
representando falsamente a nuestro amante Salvador.
Debemos alcanzar una norma más elevada o seremos indignos de
llamarnos cristianos. Para salvar a los que yerran, debemos cultivar el
espíritu con que Cristo trabajó. Ellos le son tan caros como nosotros.
Son igualmente capaces de ser trofeos de su gracia y herederos
del reino. Pero están expuestos a las trampas del astuto enemigo,
expuestos al peligro y a la contaminación, y sin la gracia salvadora
de Cristo, a la ruina segura. Si nosotros considerásemos este asunto
en su debida luz, ¡cómo se vivificaría nuestro celo, se multiplicarían
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nuestros esfuerzos fervientes y abnegados, a fin de acercarnos a
aquellos que necesitan nuestra ayuda, nuestras oraciones, nuestra
simpatía y nuestro amor!
Labor abnegada para otros
Consideren aquellos que han sido remisos en esta obra la orden
del gran mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Mateo 22:39
. Esta obligación recae sobre todos. Se requiere de todos
que trabajen para disminuir los males y multiplicar las bendiciones
de sus semejantes. Si somos fuertes para resistir la tentación estamos
bajo mayor obligación de ayudar a los que son débiles y ceden a ella.
Si tenemos conocimiento, debemos instruir al ignorante. Si Dios nos