Página 234 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
ha bendecido con bienes de este mundo, es nuestro deber socorrer a
los pobres. Debemos trabajar para beneficio de los demás. Que todos
los que están dentro de la esfera de nuestra influencia participen
de cualquier excelencia que poseamos. Nadie debe contentarse con
alimentarse del pan de vida sin compartirlo con los que le rodean.
Viven tan sólo para Cristo y honran su nombre aquellos que
son fieles a su Maestro, tratando de salvar lo que se había perdido.
La piedad genuina se manifestará ciertamente mediante el anhelo
profundo y la ferviente labor del Salvador crucificado para salvar a
aquellos por quienes murió. Si nuestro corazón está enternecido y
subyugado por la gracia de Cristo, si está iluminado con un sentido
de la bondad y el amor de Dios, habrá un flujo natural de amor,
simpatía y ternura hacia los demás. La verdad ejemplificada en la
vida ejercerá su poder, como la levadura oculta, en todos aquellos
con quienes sea puesta en contacto.
Dios dispuso que para crecer en la gracia y el conocimiento
de Cristo, los hombres deben seguir su ejemplo y trabajar como
él trabajó. Ello requerirá con frecuencia una lucha para dominar
nuestros propios sentimientos y para refrenarnos de hablar de una
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manera que desaliente a los que están luchando con la tentación.
Una vida de oración y alabanza diarias, una vida que derrame luz
sobre la senda de los demás, no puede mantenerse sin esfuerzo
ferviente. Pero un esfuerzo tal dará preciosos frutos, bendiciones
para el receptor y para el dador.
El espíritu de labor abnegada en favor de otros da al carácter
profundidad, estabilidad y amabilidad como las de Cristo, infunde
paz y felicidad a su poseedor. Las aspiraciones son elevadas. No
hay cabida para la pereza o el egoísmo. Los que ejercitan las gracias
cristianas crecerán. Tendrán nervios y músculos espirituales y serán
fuertes para trabajar por Dios. Tendrán claras percepciones espiritua-
les, una fe constante y creciente, y poder prevaleciente en la oración.
Los que velan por las almas, los que se consagran plenamente a la
salvación de los que yerran, están ciertamente obrando su propia
salvación.