Página 239 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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El amor por los que yerran
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esfuerzos decididos para reformaros. “Recuerda por tanto de dónde
has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras.” La oportunidad
que se presenta ahora puede ser corta. Si estos momentos de gracia
y arrepentimiento pasan sin aprovecharse, se da la amonestación:
“Pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar.”
Apocalipsis 2:5
. Estas palabras son pronunciadas por los labios del
que es longánime y tolerante. Advierten solemnemente a las iglesias
y a las personas que el que vela y nunca dormita está midiendo su
conducta. A su paciencia maravillosa únicamente, deben el no ser
cortados como estorbos del terreno. Pero su Espíritu no contenderá
para siempre. Su paciencia aguardará tan sólo poco tiempo más.
Vuestra fe debe ser algo más de lo que ha sido, o seréis pesados
en las balanzas y hallados faltos. En el último día, la decisión final
del Juez de toda la tierra girará alrededor de nuestro interés por los
necesitados, los oprimidos y los tentados, y nuestro trabajo práctico
en su favor. No podéis pasarlos siempre por alto, y hallar vosotros
mismos entrada en la ciudad de Dios como pecadores redimidos. “En
cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos—dice Cristo,—ni a
mí lo hicisteis.”
Mateo 25:45
.
No es todavía demasiado tarde para redimir la negligencia pa-
sada. Reavívese el primer amor, el primer ardor. Buscad a aquellos
que ahuyentasteis, vendad por la confesión las heridas que hicisteis.
Acercaos al gran corazón de amor compasivo y dejad que la corriente
de esa compasión divina fluya a vuestro corazón, y de vosotros a los
corazones ajenos. Sea la ternura y misericordia que Jesús reveló en
su preciosa vida un ejemplo de la manera en que nosotros debemos
tratar a nuestros semejantes, especialmente a los que son nuestros
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hermanos en Cristo. Muchos que podrían haber sido fortalecidos
hasta la victoria por una palabra de aliento y valor, han desmayado
y se han desalentado en la gran lucha de la vida. Nunca seáis fríos,
sin corazón y simpatía, ni dados a la censura. Nunca perdáis una
oportunidad de decir una palabra que anime e inspire esperanza. No
podemos decir cuánto alcance pueden tener nuestras palabras tiernas
y bondadosas, nuestros esfuerzos semejantes a los de Cristo para
aliviar alguna carga. Los que yerran no pueden ser restaurados de
otra manera alguna que por el espíritu de mansedumbre, amabilidad
y tierno amor.