Página 25 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La envidia y la crítica
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Una actitud generosa hacia todos
Cuando escuchamos el oprobio lanzado contra nuestro hermano,
aceptamos este oprobio. A la pregunta: “¿Quién habitará en tu
tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad?” el salmista
respondió: “El que anda en integridad, y obra justicia, y habla verdad
en su corazón. El que no detrae con su lengua, ni hace mal a su
prójimo, ni contra su prójimo acoge oprobio alguno.”
Salmos 15:1-
3
.
¡Qué mundo de chismes se evitaría, si cada uno recordase que los
que le hablan de las faltas ajenas, publicarán con la misma libertad
sus faltas en una oportunidad favorable. Debemos esforzarnos por
pensar bien de todos, especialmente de nuestros hermanos, a menos
que estemos obligados a pensar de otra manera. No debemos dar
apresurado crédito a los malos informes. Son con frecuencia el
resultado de la envidia o de la incomprensión, o pueden proceder de
la exageración o de la revelación parcial de los hechos. Los celos y
las sospechas, una vez que se les ha dado cabida, se difunden como
las semillas del cardo. Si un hermano se extravía, entonces es el
momento de mostrar nuestro verdadero interés en él. Vayamos a él
con bondad, oremos con él y por él, recordando el precio infinito
que Cristo ha pagado por su redención. De esta manera podremos
salvar un alma de la muerte, y ocultar una multitud de pecados.
Una mirada, una palabra, aun el tono de la voz, pueden estar
henchidos de mentira, penetrar como una flecha en algún corazón, e
infligir una herida incurable. Así puede echarse una duda, un oprobio,
sobre una persona por medio de la cual Dios quisiera realizar una
buena obra, y su influencia se marchita y su utilidad se destruye.
Entre algunas especies de animales, cuando algún miembro del
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rebaño es herido y cae, sus compañeros le asaltan y despedazan.
El mismo espíritu cruel manifiestan ciertos hombres y mujeres que
se llaman cristianos. Hacen gala de un celo farisaico para apedrear
a otros menos culpables que ellos mismos. Hay quienes señalan
las faltas y los fracasos ajenos para apartar de sus propias faltas y
fracasos la atención, o para granjearse reputación de muy celosos
para Dios y la iglesia.
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