Página 342 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
cielo. Ahora, ahora mismo, es el tiempo en que debemos trabajar
en los países extranjeros. Cuando los Estados Unidos, el país de la
libertad religiosa, se una con el papado para forzar la conciencia y
obligar a los hombres a honrar el falso día de reposo, los habitantes
de todo país del globo serán inducidos a seguir su ejemplo. Nuestros
hermanos no están despiertos ni a medias para hacer todo lo que
pueden, con las comodidades que tienen a su alcance, para extender
el mensaje de amonestación.
El último mensaje de misericordia
El Señor Dios del cielo no enviará al mundo sus juicios por la
desobediencia y la transgresión antes de haber enviado sus atala-
yas para que den la amonestación. No cerrará el tiempo de gracia
hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La
ley de Dios ha de ser magnificada. Sus requerimientos han de ser
presentados en su verdadero carácter sagrado, para que la gente se
vea obligada a decidir en pro o en contra de la verdad. Sin embargo,
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la obra será abreviada en justicia. El mensaje de la justicia de Cristo
ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar
el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que termina la obra
del tercer ángel.
No hay en nuestro mundo obra tan grande, sagrada y gloriosa,
ninguna que Dios honre tanto, como esta obra evangélica. El mensaje
presentado en este tiempo es el último mensaje de misericordia para
un mundo caído. Los que tienen el privilegio de oírlo y persisten en
negarse a escuchar la amonestación, desechan su última esperanza
de salvación. No habrá segunda prueba.
La palabra de verdad: “Escrito está” es el Evangelio que hemos
de predicar. No hay espada flamígera puesta delante de este árbol de
vida. Todos los que quieran pueden participar de él. No hay poder
capaz de impedir a alguna alma sacar de sus frutos. Todos pueden
comer y vivir para siempre.
En los mensajes de Dios al mundo, la iglesia remanente llevará
misterios que los ángeles desean escudriñar, que los profetas, reyes
y justos desearon comprender. Los profetas predijeron estas cosas
y anhelaron comprender lo que predecían; pero no se les dió este
privilegio. Anhelaron ver lo que vemos, y oír lo que oímos; pero