Agentes de Satanás
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El que admite la verdad mientras sigue en la injusticia, que decla-
ra creerla, y sin embargo la hiere cada día por su vida inconsecuente,
se entrega al servicio de Satanás, y lleva almas a la ruina. Esta clase
de personas tiene comunicación con los ángeles caídos, y recibe
ayuda de ellos para obtener el dominio de las mentes.
Cuando el poder hechicero de Satanás domina a una persona,
Dios queda olvidado y ensalzado el ser humano lleno de propósitos
corruptos. Estas almas engañadas practican como virtud una licencia
secreta. Es ésta una especie de hechicería. Bien puede hacerse la
pregunta que hizo el apóstol a los Gálatas: “¿Quién os fascinó, para
no obedecer a la verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fué ya descrito
como crucificado entre vosotros?”
Gálatas 3:1
. Siempre hay un
poder hechicero en las herejías y en la licencia. La mente está tan
seducida que no puede razonar inteligentemente, y una ilusión la
desvía continuamente de la pureza. La visión espiritual se empaña;
y personas de moralidad hasta entonces intachable se confunden
bajo los sofismas engañadores de aquellos agentes de Satanás que
profesan ser mensajeros de luz. Este engaño es lo que da poder a
estos agentes.
Si ellos se presentasen audazmente e hiciesen abiertamente sus
proposiciones, serían rechazados sin un momento de vacilación;
pero obran primero de tal manera que inspiran simpatía y confianza
como si fuesen santos y abnegados hombres de Dios. Como sus
mensajeros especiales, empiezan entonces su artera obra de apartar
las almas de la senda de la rectitud, y procuran anular la ley de Dios.
Cuando los ministros se aprovechan así de la confianza que la
gente deposita en ellos y llevan las almas a la ruina, se hacen tan-
to más culpables que el pecador común cuanto más elevada es su
profesión. En el día de Dios, cuando se abra el gran libro mayor del
cielo, se verá que contiene los nombres de muchos ministros que
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pretendieron tener pureza en su corazón y en su vida y profesaron
que se les había confiado el Evangelio de Cristo, pero se aprovecha-
ron de su situación para seducir las almas y hacerles transgredir la
ley de Dios.