Los internados
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reuniones de testimonios y todos los demás cultos religiosos debie-
ran proyectarse y dirigirse de tal modo que no sólo sean provechosos
sino a tal punto agradables que sean positivamente atrayentes. El
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orar juntos ligará los corazones con Dios por medio de lazos que
perdurarán; el confesar a Cristo franca y valientemente, mostrando
en nuestro carácter su mansedumbre, humildad y amor, encantará a
otros con la belleza de la santidad.
En todas estas ocasiones debiera ensalzarse a Cristo como “el
más señalado entre diez mil,” como Aquel que “es del todo amable.”
Cantares 5:10, 16 (VM)
. Debiera presentársele como la Fuente de
todo verdadero placer y satisfacción, como el Dador de toda dádiva
buena y perfecta, como el Autor de toda bendición, como Aquel en
quien están concentradas todas nuestras esperanzas de vida eterna.
Aparezcan en todo ejercicio religioso el amor de Dios y el gozo de la
experiencia cristiana en su verdadera belleza. Preséntese al Salvador
como el que restaura de todo efecto del pecado.
Para lograr este resultado debe evitarse toda mezquindad. Se
necesitará devoción sincera, ferviente y cordial. Será esencial que
haya en los maestros piedad ardiente y activa. Pero hay poder para
nosotros si queremos tenerlo. Hay gracia para nosotros si queremos
apreciarla. Para sernos dado, el Espíritu Santo aguarda tan sólo que
lo pidamos con un ardor de propósito proporcional al valor del objeto
que perseguimos. Los ángeles del cielo están tomando nota de toda
nuestra obra y observando para ver cómo ministrar a cada uno de
modo que todos reflejen la imagen de Cristo en el carácter y se
amolden a la similitud divina. Cuando los encargados de los hogares
de nuestras escuelas aprecien los privilegios y las oportunidades que
tienen, harán para Dios una obra que el cielo aprobará.
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