Página 414 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Las escuelas de iglesi
La iglesia tiene una obra especial que hacer en lo que toca a
educar y disciplinar a sus niños de modo que, al asistir a las cla-
ses o estar en cualquier otra compañía, no sientan la influencia de
los dominados por hábitos corrompidos. El mundo está lleno de
iniquidad y desprecio de los requerimientos de Dios. Las ciudades
se han vuelto como Sodoma, y nuestros niños se ven diariamente
expuestos a muchos males. A menudo los que asisten a las escuelas
públicas se relacionan con otros que están más descuidados que
ellos, a los cuales, aparte del tiempo pasado en la clase, se les per-
mite adquirir una educación callejera. El corazón de los jóvenes se
impresiona fácilmente, y a menos que el ambiente que los rodea sea
del debido carácter, Satanás usará a estos niños abandonados para
que ejerzan su influencia sobre los que están más cuidadosamente
enseñados. Así antes que los padres observadores del sábado se
percaten de los estragos que está haciendo el mal, las lecciones de
depravación se habrán aprendido y las almas de sus pequeñuelos se
habrán contaminado con la corrupción.
Las iglesias protestantes han aceptado el falso día de reposo,
producto del papado, y lo han exaltado por encima del día santificado
por Dios. Es tarea que nos corresponde la de explicar con claridad
a nuestros niños que el primer día de la semana no es el verdadero
día de reposo y que su observancia, después de habernos llegado la
luz en cuanto a lo que es el sábado, es una franca impugnación de la
ley de Dios. ¿Obtienen nuestros niños, de parte de los maestros de
las escuelas públicas, ideas que armonizan con la Palabra de Dios?
¿Les es presentado el pecado como una ofensa contra Dios? ¿Se les
enseña que la obediencia a los mandamientos de Dios es el principio
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de toda sabiduría? Mandamos nuestros niños a la escuela sabática
para que se les eduque acerca de la verdad, y luego, cuando van a la
escuela fiscal, les hacen aprender lecciones que encierran mentiras.
Estas cosas confunden la mente y no debieran suceder, pues si los
Testimonios para la Iglesia 6:193-205 (1900)
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