Página 417 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Las escuelas de iglesia
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más a mano de los miembros de nuestras iglesias es la de interesarse
en nuestros jóvenes y con bondad, paciencia y ternura enseñarles
renglón tras renglón y precepto tras precepto. ¡Oh! ¿dónde están los
padres y las madres en Israel? Debieran ser muchos los que, como
dispensadores de la gracia de Cristo, sientan por los jóvenes un
interés especial, y no meramente casual. Muchos debieran sentirse
conmovidos por la situación lastimosa en que se encuentran nuestros
jóvenes y darse cuenta de que Satanás se vale de toda artimaña
imaginable para hacer caer a los jóvenes en su red. Dios demanda
que la iglesia se despierte de su letargo y vea el servicio que se le
exige en este tiempo de peligro.
Los ojos de nuestros hermanos y hermanas deben ser ungidos
con el colirio celestial a fin de que vean las necesidades de este
tiempo. Los corderos del rebaño han de ser apacentados, y el Señor
del cielo observa para ver quién hace la obra que él quiere que se
haga en pro de los niños y jóvenes. La iglesia duerme y no se percata
de la magnitud de esta cuestión. Alguien dirá: “¿Qué necesidad
hay de ser tan escrupuloso en educar a nuestros jóvenes de manera
cabal? Me parece que si unos cuantos de los que hayan decidido
seguir alguna vocación literaria o alguna otra carrera que exige cierta
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disciplina, reciben atención especial, es todo lo que se necesita. No
es necesario que todos nuestros jóvenes sean tan bien enseñados.
¿No bastará, acaso, la completa educación de unos cuantos para todo
requerimiento esencial?”
No, respondo, y lo recalco enérgicamente. ¿Qué selección sería-
mos capaces de hacer de entre nuestros jóvenes? ¿Cómo podríamos
decir nosotros quién habría de ser el más promisorio, quién habría
de rendir a Dios el mejor servicio? Con nuestro juicio humano, ha-
ríamos lo que hizo Samuel, quien, al ser enviado en busca del ungido
del Señor, miró a la apariencia exterior.
Pero el Señor le dijo: “No mires a su parecer, ni a lo grande de
su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová mira no lo que el
hombre mira; pues que el hombre mira lo que está delante de sus
ojos, mas Jehová mira el corazón.”
1 Samuel 16:7
. A ninguno de los
hijos de Isaí, de parecer noble, aceptaba el Señor; mas cuando David,
el hijo menor, un mero joven, pastor de ovejas, fué traído del campo
y pasó ante Samuel, el Señor dijo: “Levántate y úngelo, que éste
es.” ¿Quién podría determinar qué joven de una familia resultaría