Página 426 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La administración de las escuela
Desearía tener tal dominio del lenguaje que pudiese expresar
claramente la importancia de la debida administración de nuestras
escuelas. Todos debieran considerar que nuestras escuelas son los
medios por los cuales el Señor quiere darse a conocer. Por doquiera
se necesitan hombres y mujeres que hagan las veces de conductos
de luz. La verdad de Dios tiene que ser llevada a todos los países, a
fin de que los hombres sean iluminados por ella.
Por ser el pueblo que tiene más luz, debiéramos idear medios por
los cuales formar un ejército de misioneros educados que ingresen
en los diferentes departamentos de la obra de Dios. Necesitamos
jóvenes de uno y otro sexo, bien disciplinados y adelantados, en
nuestras escuelas y nuestros sanatorios, en la obra misionera médica
y las casas de publicación, en las asociaciones de los diversos estados
y en el campo en general. Necesitamos jóvenes de uno y otro sexo
que por tener alta cultura intelectual sean idóneos para hacer la mejor
obra para el Señor. Hemos hecho algo en el sentido de alcanzar esta
norma, pero aun estamos muy por debajo de lo que el Señor ha
indicado. Como iglesia y como individuos, si queremos estar sin
culpa en el juicio, debemos hacer esfuerzos más liberales para la
educación de nuestra juventud, a fin de que esté mejor preparada
para los diversos ramos de la gran obra confiada a nuestras manos.
Como pueblo que tiene gran luz, debiéramos hacer planes sabios
a fin de que las ingeniosas inteligencias de los que poseen talento
se fortalezcan, disciplinen y pulan y así la obra de Cristo no sea
estorbada por falta de obreros expertos que hagan su trabajo con
fervor y fidelidad.
Algunos se contentarían con dar una educación acabada a unos
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cuantos de los jóvenes más promisorios que tenemos; pero todos
nuestros jóvenes necesitan educarse a fin de estar preparados para
ser útiles en esta vida, capacitados para ocupar puestos de respon-
sabilidad tanto en la vida privada como en la pública. Hay gran
Testimonios para la Iglesia 6:206-218 (1900)
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