La hospitalidad
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todo lo que basta, abundéis para toda buena obra.”
2 Corintios 9:8
.
Estamos en un mundo de pecado y tentación; en todo nuestro derre-
dor hay almas que perecen sin Cristo; y Dios quiere que trabajemos
por ellas de toda manera posible. Si tenemos un hogar agradable,
invitemos a los jóvenes que no tienen hogar, los que necesitan ayuda,
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que anhelan simpatía, palabras bondadosas, respeto y cortesía. Si
deseáis traerlos a Cristo, debéis mostrarles que los amáis y respetáis
como compra de su sangre.
En la providencia de Dios estamos en relación con los inexpertos,
con muchos que necesitan compasión y piedad. Necesitan socorro,
porque son débiles. Los jóvenes necesitan ayuda. En la fuerza de
Aquel cuya amante bondad se ejercita hacia los indefensos, los igno-
rantes y los que son contados como los menores de sus pequeñuelos,
debemos trabajar para su futuro bienestar, para que adquieran un
carácter cristiano. Aquellos mismos que más necesitan ayuda, serán
a veces los que nos probarán más la paciencia. “Mirad no tengáis
en poco a alguno de estos pequeños—dice Cristo;—porque os digo
que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está
en los cielos.”
Mateo 18:10
. Y a los que atienden a estas almas, el
Salvador declara: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno
de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis.”
Mateo 25:40
.
Las sienes de aquellos que hacen esta obra llevarán la corona
del sacrificio. Pero recibirán su recompensa. En el cielo veremos
a los jóvenes a quienes ayudamos, a aquellos a quienes invitamos
a nuestras casas, a los que apartamos de la tentación. Veremos sus
rostros reflejar la radiante gloria de Dios. “Y verán su cara; y su
nombre estará en sus frentes.”
Apocalipsis 22:4
.