¿Consultaremos a los médicos espiritistas?
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liberación a todos los oprimidos. La justicia es la habitación de su
trono.
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Hay peligro en apartarse en el menor detalle de la instrucción
del Señor. Si nos desviamos de la clara senda del deber, surgirá una
cadena de circunstancias que parecerá arrastrarnos irresistiblemente
siempre más lejos de lo recto. Antes que nos demos cuenta, nos se-
ducirán innecesarias intimidades con aquellos que no tienen respeto
a Dios. El temor de ofender a los amigos mundanales nos impedirá
expresar nuestra gratitud a Dios, o reconocer cuánto dependemos de
él. Debemos mantenernos cerca de la Palabra de Dios. Necesitamos
sus amonestaciones y estímulos, sus amenazas y promesas. Necesi-
tamos el ejemplo perfecto que se halla únicamente en la vida y el
carácter de nuestro Salvador.
No os aventuréis en el terreno de Satanás
Los ángeles de Dios preservarán a sus hijos mientras ellos anden
en la senda del deber; pero no pueden contar con tal protección
los que se aventuran deliberadamente en el terreno de Satanás. Un
agente del gran engañador dirá y hará cualquier cosa para lograr su
objeto. Poco importa que se llame espiritista, o que asevere curar
por el “magnetismo.” Mediante declaraciones capciosas, se granjea
la confianza de los incautos. Pretende leer la historia de la vida y
comprender todas las dificultades y aflicciones de los que recurren
a él. Disfrazándose como ángel de luz, mientras que en su corazón
está la negrura del abismo, manifiesta gran interés en las mujeres que
solicitan su consejo. Les dice que todas sus dificultades se deben a
un casamiento desgraciado. Esto puede ser demasiado cierto, pero el
tal consejero no mejora su condición. Les dice que lo que necesitan
es amor y simpatía. Asumiendo gran interés en su bienestar, echa
un ensalmo sobre sus víctimas desprevenidas, encantándolas como
la serpiente encanta al ave temblorosa. Pronto están completamente
en su poder; el pecado, la deshonra y la ruina son las terribles
consecuencias.
Estos obreros de iniquidad no son pocos. Su senda está señalada
por hogares desolados, reputaciones marchitas, y corazones que-
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brantados. Pero de todo esto el mundo sabe poco; siguen haciendo
nuevas víctimas, y Satanás se regocija por la ruina que ha producido.