Página 65 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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El sello de Dios
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Dios al ver la religión despreciada en los mismos hogares de aque-
llos que han tenido gran luz. Se lamentan y afligen sus almas porque
en la iglesia hay orgullo, avaricia, egoísmo y engaño de casi toda
clase. El Espíritu de Dios, que inspira la reprensión, es pisoteado,
mientras triunfan los siervos de Satanás. Dios queda deshonrado, la
verdad anulada.
Aquellos que no sienten pesar por su propia decadencia espiritual
ni lloran sobre los pecados ajenos quedarán sin el sello de Dios. El
Señor ordena a sus mensajeros, los hombres que tienen las armas de
matanza en la mano: “Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no
perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad viejos, mozos y
vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo
aquel sobre el cual hubiere señal, no llegaréis; y habéis de comenzar
desde mi santuario. Comenzaron pues desde los varones ancianos
que estaban delante del templo.”
Ezequiel 9:5, 6
.
Aquí vemos que la iglesia, el santuario del Señor, era la prime-
ra en sentir los golpes de la ira de Dios. Los ancianos, aquellos a
quienes Dios había brindado gran luz, que se había
destacado
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como guardianes de los intereses espirituales del pueblo, habían
traicionado su cometido. Habían asumido la actitud de que no nece-
sitamos esperar milagros ni la señalada manifestación del poder de
Dios como en tiempos anteriores. Los tiempos han cambiado. Estas
palabras fortalecen su incredulidad, y dicen: El Señor no hará bien
ni mal. Es demasiado misericordioso para castigar a su pueblo. Así
el clamor de paz y seguridad es dado por hombres que no volverán
a elevar la voz como trompeta para mostrar al pueblo de Dios sus
transgresiones y a la casa de Jacob sus pecados. Estos perros mudos
que no querían ladrar, son los que sienten la justa venganza de un
Dios ofendido. Hombres, jóvenes y niñitos, todos perecen juntos.
Los peores pecados
Las abominaciones por las cuales los fieles suspiraban y lloraban,
eran todo lo que podían discernir los ojos finitos; pero los pecados
mucho peores, los que provocaron los celos del Dios puro y santo,
no estaban revelados. El gran Escrutador de los corazones conoce
todo pecado cometido en secreto por los obradores de iniquidad.
Joyas de los Testimonios 2:2
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