Página 72 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
Nuestra voluntad debe entregarse completamente a la voluntad divi-
na. Nuestros sentimientos, deseos, intereses y honor deben identifi-
carse con la prosperidad del reino de Cristo y el honor de su causa,
recibiendo nosotros constantemente la gracia de él y aceptando
Cristo nuestra gratitud.
Cuando se ha formado esta intimidad de la conexión y comu-
nión, nuestros pecados son puestos sobre Cristo, su justicia nos es
imputada. El fué hecho pecado por nosotros, para que pudiésemos
ser hechos justicia de Dios en él. Tenemos acceso a Dios por él;
somos aceptos en el Amado. Quienquiera que por sus palabras o
acciones perjudique al creyente, hiere con ello a Jesús. Quienquiera
que dé una copa de agua fría a un discípulo porque es hijo de Dios,
será considerado por Cristo como habiéndosela dado a él mismo.
Cuando Cristo estaba por abandonar a sus discípulos, les dió
el hermoso emblema de su relación con los creyentes. Había esta-
do presentándoles la íntima comunión consigo mismo por la cual
podrían mantener la vida espiritual cuando su presencia visible se
retrajese. Para grabar la lección en sus mentes, les presentó la vid
como el símbolo más llamativo y apropiado de esa comunión.
Los judíos habían considerado siempre la vid como la más noble
de las plantas, y una figura de todo lo que era poderoso, excelente
y fructífero. “La vid—parece querer decir nuestro Señor—que vo-
sotros estimáis tan altamente, es un símbolo. Yo soy la realidad; yo
soy la vid verdadera. Como nación apreciáis la vid; como pecadores
debierais apreciarme a mí por encima de todas las cosas terrenales.
El sarmiento no puede vivir separado de la vid; tampoco podéis vivir
vosotros a menos que permanezcáis en mí.” ...
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Pocos comprenden la importancia que tiene el rehuir, hasta donde
sea posible, todas las compañías que no favorecen la vida religiosa.
Al elegir su ambiente, pocos son los que dan la primera considera-
ción a la prosperidad espiritual.
Los padres acuden con sus familias a las ciudades, porque se
imaginan que allí es más fácil ganarse la vida que en el campo.
Los hijos, no teniendo qué hacer cuando no están en la escuela, se
educan en la calle. De las malas compañías adquieren hábitos de
vicio y disipación. Los padres ven todo esto, pero la corrección de
su error requeriría un sacrificio y permanecen donde están, hasta
que Satanás obtiene pleno dominio de sus hijos. Mejor es sacrificar