Página 76 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La unidad cristian
“Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Je-
sucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre
vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una mis-
ma mente y en un mismo parecer.”
1 Corintios 1:10
.
La unión hace la fuerza; la división significa debilidad. Cuando
los que creen la verdad presente están unidos, ejercen una influencia
poderosa. Satanás lo comprende bien. Nunca estuvo más resuelto
que ahora a anular la verdad de Dios causando amargura y disensión
entre el pueblo del Señor.
El mundo está contra nosotros, y también las iglesias populares;
las leyes del país pronto estarán contra nosotros. Si ha habido alguna
vez un tiempo en que el pueblo de Dios debía unirse, es ahora. Dios
nos ha confiado las verdades especiales para este tiempo, para que
las demos a conocer al mundo. El último mensaje de misericordia se
está proclamando ahora. Estamos tratando con hombres y mujeres
encaminados hacia el juicio. ¡Cuán cuidadosos debemos ser en toda
palabra y acto para seguir de cerca al Dechado, a fin de que nuestro
ejemplo conduzca los hombres a Cristo! Con qué cuidado debemos
tratar de presentar la verdad, a fin de que los demás, contemplando
su belleza y sencillez, sean inducidos a recibirla. Si nuestro carácter
testifica de su poder santificador, seremos una luz continua para los
demás: epístolas vivientes, conocidas y leídas de todos los hom-
bres. No debemos dar ahora cabida a Satanás albergando desunión,
discordia y disensión.
La preocupación manifestada por nuestro Salvador en su última
oración antes de ser crucificado era que la unión y el amor existiesen
entre sus discípulos. Teniendo delante de sí la agonía de la cruz, no
se preocupaba por sí mismo, sino por aquellos a quienes debía dejar
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para que continuasen su obra en la tierra. Les esperaban las más
severas pruebas; pero Jesús vió que su mayor peligro provendría de
un espíritu de amargura y división. De allí que orase así:
Testimonios para la Iglesia 5:236-248 (1882)
.
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