Página 82 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
para guardarlos y mantenerlos. Cuando se consideren perjudicados
por sus hermanos, algunos acudirán a los tribunales, en vez de seguir
la regla del Salvador.
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Aun muchos de los que parecen cristianos concienzudos son
disuadidos por el orgullo y la estima propia de ir privadamente a
aquellos a quienes creen errados, para hablar del asunto con el es-
píritu de Cristo y orar uno por otro. Las contenciones, disensiones
y pleitos entre hermanos deshonran la causa de la verdad. Los que
siguen tal conducta exponen a la iglesia al ridículo de sus enemigos,
y hacen triunfar las potestades de las tinieblas. Están abriendo de
nuevo las heridas de Cristo y exponiéndole al oprobio. Desconocien-
do la autoridad de la iglesia, manifiestan desprecio por Dios, quien
dió su autoridad a la iglesia.
Pablo escribe a los Gálatas: “Ojalá fuesen también cortados los
que os inquietan. Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido
llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión a la
carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley
en aquesta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. Y si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que
también no os consumáis los unos a los otros. Digo pues: Andad en
el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne.”
Gálatas
5:12-16
.
Algunos falsos maestros habían presentado a los Gálatas doc-
trinas opuestas al Evangelio de Cristo. Pablo trataba de exponer y
corregir estos errores. Deseaba mucho que los falsos maestros fuesen
separados de la iglesia, pero su influencia había afectado a tantos de
los creyentes que parecía azaroso tomar una decisión contra ellos.
Había peligro de ocasionar contiendas y divisiones ruinosas para los
intereses espirituales de la iglesia. Por lo tanto trataba de hacer ver a
sus hermanos la importancia de ayudarse unos a otros con amor.
Declaró que todas las demandas de la ley que presentan nuestros
deberes hacia nuestros semejantes se cumplen al amarse unos a otros.
Les advirtió que si se entregaban al odio y a la contención, dividién-
dose en partidos, y mordiéndose y devorándose unos a otros como
las bestias, atraerían sobre sí mismos desgracia inmediata y ruina
futura. Había tan sólo una manera de evitar estos terribles males,
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a saber, como les recomendó el apóstol, andando “en el Espíritu.”