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La culpa
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no suprimió su culpabilidad, porque habían tenido el privilegio de
conocer y aceptar a Jesús como su Salvador.—
El Deseado de Todas
las Gentes, 694 (1898)
.
La gravedad de la culpa no disminuye al excusar el pecado
No debemos tratar de disminuir la gravedad de la culpa excu-
sando el pecado. Tenemos que aceptar la evaluación que Dios hace
del pecado, y esta es ciertamente muy seria. Solo el Calvario puede
revelar la enormidad del pecado. Si tuviéramos que soportar nues-
tra propia culpa, esta nos aplastaría. Pero quien no tuvo pecado
tomó nuestro lugar; aunque no lo merecíamos, llevó nuestra iniqui-
dad. “Si confesamos nuestros pecados, él [Dios] es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
1 Juan
1:9
.—
Manuscrito 116, 1896
.
[102]
Las almas humilladas reconocen la culpa
Los que no han humillado sus almas delante de Dios mediante
el reconocimiento de su culpa, no han cumplido todavía la primera
condición de la aceptación. Si no hemos experimentado el arrepen-
timiento, del cual no hay que arrepentirse, y no hemos confesado
nuestro pecado con verdadera humillación del alma y con un espíritu
quebrantado, aborreciendo nuestra iniquidad, nunca hemos procura-
do verdaderamente el perdón del pecado; y si no lo hemos buscado
nunca, nunca hemos encontrado tampoco la paz de Dios. La única
razón por la cual posiblemente no hemos recibido la remisión de
los pecados pasados, consiste en que no hemos estado dispuestos a
humillar nuestros orgullosos corazones y a cumplir las condiciones
de la palabra de verdad.
Se ha dado instrucción definida respecto de este asunto. La
confesión del pecado, ya sea en público o en privado, debe provenir
del corazón y debe ser expresada libremente. No se la debe extraer
del pecador. No se la debe hacer con ligereza y en forma descuidada,
o extraída a la fuerza de gente que no tiene una clara idea del carácter
aborrecible del pecado. La confesión mezclada con lágrimas y dolor,
que brota de lo más profundo del alma, encuentra el camino que
conduce al Dios de infinita piedad. Dice el salmista: “Cercano está