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La preocupación y la ansiedad
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nombre, y acto seguido debemos actuar como si creyéramos en su
eficiencia.—
Carta 123, 1904
.
No es la voluntad de Dios
No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el
peso de las preocupaciones.—
El Camino a Cristo, 124 (1892)
.
La ansiedad produce enfermedad
Cuando el mal quedó subsanado, podemos con fe tranquila pre-
sentar a Dios las necesidades del enfermo, según lo indique el Es-
píritu Santo. Dios conoce a cada cual por nombre y cuida de él
como si no hubiera nadie más en el mundo por quien entregara a
su Hijo amado. Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible,
debe alentarse al enfermo a que confíe en Dios y tenga ánimo. La
congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los enfermos
resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía, tendrán me-
jores perspectivas de sanar; pues “el ojo de Jehová está sobre los que
le temen, sobre los que esperan en su misericordia”.
Salmos 33:18
(VM)
.—
El Ministerio de Curación, 174, 175 (1905)
.
No se preocupe más (consejo a una amiga que estaba por
morir)
Me preocupo constantemente por su caso, y me aflige que tenga
pensamientos perturbadores. Quisiera reconfortarla si eso estuviera
a mi alcance. ¿No ha sido Jesús, el precioso Salvador, tantas veces
de ayuda en momentos de necesidad? No contriste al Espíritu Santo,
deje de preocuparse. Esto es lo que usted ha dicho muchas veces
a otros. Permita que la consuelen las palabras de los que no están
enfermos como usted lo está. Mi oración es que el Señor la ayude.—
Mensajes Selectos 2:290 (1904)
.
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Al angustiarnos nos alejamos de los brazos de Jesús
Si educamos nuestras almas para que tengan más fe, más amor,
mayor paciencia, una confianza más perfecta en nuestro Padre celes-
tial, tendremos más paz y felicidad a medida que enfrentemos los