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Controversia: positiva y negativa
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podrían ajustarse con el poder de la verdad, y cuántos viejos con-
flictos podrían pacificarse si se practicaran mejores modales. El
grandioso principio: “Paz en la tierra para los hombres que gozan
de su buena voluntad” (
Lucas 2:14
, NVI), sería practicado mejor si
los que creen en Cristo fueran colaboradores de Dios. Entonces no
se magnificarían las pequeñeces, acerca de las cuales tanto hablan
algunos, que no se basan en la autoridad de la Palabra de Dios, como
si fueran cosas importantes.—
Carta 183, 1899
.
La controversia induce a la defensa propia
En el trato que concedió a Tomás, Jesús dio una lección para sus
seguidores. Su ejemplo demuestra cómo debemos tratar a aquellos
cuya fe es débil y que dan realce a sus dudas. Jesús no abrumó a
Tomás con reproches ni entró en controversia con él. Se reveló al que
dudaba. Tomás había sido irrazonable al dictar las condiciones de
su fe, pero Jesús, por su amor y consideración generosa, quebrantó
todas las barreras. La incredulidad queda rara vez vencida por la
controversia. Se pone más bien en guardia y halla nuevo apoyo
y excusa. Pero revélese a Jesús en su amor y misericordia como
el Salvador crucificado, y de muchos labios antes indiferentes se
oirá el reconocimiento de Tomás: “¡Señor mío, y Dios mío!”.
Juan
20:28
.—
El Deseado de Todas las Gentes, 748 (1898)
.
No pronunciemos palabras de controversia ante un enfermo
A la cabecera del enfermo, evítese toda palabra acerca de dogmas
o controversias. Diríjase la atención del enfermo hacia Aquel que
quiere salvar a todos los que a él acuden con fe. Con fervor y ternura,
procúrese ayudar al alma pendiente entre la vida y la muerte.—
El
Ministerio de Curación, 83 (1905)
.
La controversia no es provechosa
No debemos entrar en controversia con quienes sustentan teorías
falsas. La controversia es inútil. Cristo nunca entró en discusiones.
El arma empleada por el Redentor del mundo fue: “Escrito está”. Ad-
hirámonos a la Palabra. Dejemos que el Señor Jesús y sus mensajeros