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El odio y la venganza
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justicia revelada en su vida, distinguió a Jesús del mundo, y suscitó
su odio.—
Manuscrito 97, 1909
.
El odio proviene del deseo de venganza
Satanás disputó todos los asertos del Hijo de Dios, y empleó a
los hombres como agentes suyos para llenar la vida del Salvador de
sufrimientos y penas. Los sofismas y las mentiras por medio de los
cuales procuró obstaculizar la obra de Jesús, el odio manifestado
por los hijos de rebelión, sus acusaciones crueles contra Aquel cuya
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vida se rigió por una bondad sin precedente, todo ello provenía de
un sentimiento de venganza profundamente arraigado. Los fuegos
concentrados de la envidia y la malicia, del odio y la venganza,
estallaron en el Calvario contra el Hijo de Dios, mientras el cielo
miraba con silencioso horror.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de
los Siglos, 555, 556 (1888)
.
El rencor contra los padres (palabras dirigidas a una joven)
Usted tiene una obra especial que hacer, que consiste en confesar
con humildad su conducta irrespetuosa hacia sus padres. No hay
razón para que se manifiesten en usted esos sentimientos antinatu-
rales hacia ellos. Es una actitud totalmente satánica, y usted se ha
entregado a ella porque su madre no la ha castigado por su conducta.
Sus sentimientos no se limitan a una evidente antipatía, a una deci-
dida falta de respeto, sino que han llegado al rencor, la malicia, la
envidia y los celos, manifiestos en sus actos, que les han producido
sufrimientos y privaciones. Usted no tiene la intención de brindarles
felicidad, ni siquiera comodidad. Sus sentimientos son inmutables.
A veces su corazón se suaviza, pero cuando ve alguna falta en ellos,
se cierra firmemente, y los ángeles no pueden introducir en él ningún
sentimiento de amor.
Un demonio malvado la domina, usted odia y es odiosa. Dios ha
tomado nota de sus palabras irrespetuosas, sus actos desconsiderados
hacia sus padres, a quienes él le ha mandado que honre; y si deja
de ver este gran pecado y no se arrepiente, cada vez se sumirá en
mayor oscuridad, hasta quedar abandonada a sus malos caminos.—
Testimonies for the Church 2:82, 83 (1868)
.