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Mente, Carácter y Personalidad 2
Aprendamos la elocuencia del silencio
Cuando alguien cede y se enoja, está tan intoxicado como el
que ha bebido una copa. Aprendamos la elocuencia del silencio y
sepamos que Dios respeta lo que ha sido adquirido por la sangre
de Cristo. Adiestrémonos a nosotros mismos; debemos aprender
cada día. Debemos subir cada vez más alto y estar cada vez más
cerca de Dios. Eliminemos los escombros del camino real. Abramos
paso para que el Rey pueda caminar entre nosotros. Eliminemos de
nuestros labios la comunicación contaminada. Véase
Colosenses
3:8
.—
Manuscrito 6, 1893
.
Santa restricción
Sin fe es imposible agradar a Dios. Podemos tener la salvación de
Dios en nuestras familias, pero debemos creer para obtenerla, vivir
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por ella y ejercer de continuo fe y confianza permanente en Dios.
Debemos subyugar el genio violento, y dominar nuestras palabras;
así obtendremos grandes victorias.
A meros que dominemos nuestras palabras y genio, somos es-
clavos de Satanás, y estamos sujetos a él como cautivos suyos. Cada
palabra discordante, desagradable, impaciente o malhumorada, es
una ofrenda presentada a su majestad satánica. Y es una ofrenda
costosa, más costosa que cualquier sacrificio que podamos hacer
para Dios; porque destruye la paz y la felicidad de familias ente-
ras, destruye la salud, y puede hacernos perder finalmente una vida
eterna de felicidad.
La Palabra de Dios nos impone restricción para nuestro propio
interés. Aumenta la felicidad de nuestras familias y de cuantos
nos rodean. Refina nuestro gusto, santifica nuestro criterio y nos
reporta paz mental, y al fin, la vida eterna. Bajo esta restricción
santa, creceremos en gracia y humildad, y nos resultará fácil hablar
lo recto. El carácter natural, apasionado, será mantenido en sujeción.
El Salvador, al morar en nosotros nos fortalecerá a cada hora. Los
ángeles ministradores permanecerán en nuestras moradas, y con
gozo llevarán al cielo las nuevas de nuestro progreso en la vida
divina, y el ángel registrador tendrá para anotar un informe alegre y
feliz.—
Joyas de los Testimonios 1:109 (1862)
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