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La indolencia
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los habrían perjudicado ni en la quincuagésima parte de lo que lo ha
hecho la indolencia habitual. Habrían escapado de muchos peligros
si se los hubiera instruido para que ocuparan su tiempo en una tarea
útil. No habrían contraído esa disposición inquieta, ese deseo de
cambios y de sociabilidad. Se habrían evitado muchas tentaciones a
la vanidad y a entregarse a entretenimientos que no aprovechan, a la
lectura liviana, a la conversación ociosa y a la insensatez. Habrían
ocupado el tiempo en tareas más satisfactorias y evitado esa gran
tentación de buscar la compañía del sexo opuesto y de disculpar su
mala conducta. La vanidad y el afecto, la inutilidad y el pecado, de-
finidamente han sido los resultados de esa indolencia.—
Testimonies
for the Church 4:97, 98 (1876)
.
Para tensar cada músculo
Al ser humano se le concede un papel en la gran lucha por la vida
eterna; debe responder a la obra del Espíritu Santo. Se requiere una
lucha para quebrantar los poderes de las tinieblas y el Espíritu trabaja
en él para lograrlo. Pero el hombre no es un ser pasivo, que deba
ser salvado en la indiferencia. Se lo llama a tensar cada músculo y a
ejercer cada facultad en la lucha por la inmortalidad; pero es Dios
quien completa la eficiencia.
No hay ser humano que pueda recibir la salvación siendo indi-
ferente a ella. El Señor nos exhorta diciendo: “Esforzaos por entrar
por la puerta angosta, porque os digo que muchos intentarán entrar y
no podrán”.
Lucas 13:24
. “Ancha es la puerta y espacioso el camino
que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero
angosta es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos
son los que la hallan”.
Mateo 7:13, 14
.—
Manuscrito 16, 1896
.
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