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Mente, Carácter y Personalidad 2
Señor enseñó este principio [la Regla de Oro] para que la humanidad
fuera feliz y no desdichada; pues la felicidad no puede llegar por
ningún otro camino fuera de éste. Dios desea que los seres humanos
vivan la vida superior. Él les entrega la dádiva de la vida, no para
que ellos simplemente la empleen en adquirir riquezas, sino para
que aprovechen sus más elevadas facultades haciendo la obra que
él encomendó a la humanidad: la obra de buscar, descubrir y aliviar
las necesidades de sus semejantes. El ser humano no debe laborar
egoístamente en su propio interés, sino en interés de todos los que
lo rodean; debe beneficiar a los demás con su influencia y buenas
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acciones. Este propósito divino se cumple en la vida de Cristo.—
MeM 170 (1902)
.
La felicidad es resultado de negarse al yo
No importa cuál sea nuestra posición, o cuán limitadas sean
nuestras capacidades, tenemos que hacer una obra para el Maestro.
Nuestras gracias se desarrollan y maduran mediante el ejercicio. Con
la verdad de Dios ardiendo en el alma no podemos estar ociosos. La
felicidad que experimentaremos al trabajar, compensará aun en esta
vida todo el esfuerzo realizado. Únicamente aquellos que han expe-
rimentado la felicidad que resulta del esfuerzo de la negación del yo
en el servicio de Cristo, pueden hablar de esto con comprensión. En
realidad, es un gozo tan puro y tan profundo que el lenguaje humano
no puede expresarlo.—
Nuestra Elavada Vocacion, 188 (1873)
.
Nuestra felicidad es la felicidad de los demás
Cristo hace de su iglesia un hermoso templo para Dios. “Donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de
ellos”.
Mateo 18:20
. Su iglesia es la corte de la vida santa, llena de
diversos dones, y dotada del Espíritu Santo. El cielo asigna deberes
apropiados a cada miembro de la iglesia en la tierra, y todos deben
encontrar su felicidad en la felicidad de aquellos a quienes ayudan y
bendicen.—
Nuestra Elavada Vocacion, 166 (1910)
.