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La felicidad
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raudales de luz del rostro de Aquel que está sentado en el trono e
inundan a los redimidos? ¿Podrían acaso aquellos cuyos corazones
están llenos de odio hacia Dios, a la verdad y a la santidad alter-
nar con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de alabanza?
¿Podrían soportar la gloria de Dios y del Cordero? No, no; años de
pruebas les fueron concedidos para que pudieran formar caracteres
para el cielo; pero nunca se acostumbraron a amar lo que es puro;
nunca aprendieron el lenguaje del cielo, y ya es demasiado tarde.
Una vida de rebelión contra Dios los ha incapacitado para el
cielo. La pureza, la santidad y la paz que reinan allí serían para ellos
un tormento; la gloria de Dios, un fuego consumidor. Ansiarían huir
de aquel santo lugar. Desearían que la destrucción los cubriera de
la faz de Aquel que murió para redimirlos. La suerte de los malos
queda determinada por la propia elección de ellos. Su exclusión
del cielo es un acto de su propia voluntad y un acto de justicia y
misericordia por parte de Dios.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de
los Siglos, 598 (1888)
.
Su vida puede ser gozosa
Tengamos todos confianza en Dios. Avancemos a través de las
sombras que Satanás arroja sobre nuestra senda, y aferrémonos del
brazo de Jesús, el poderoso. Deje su caso en sus manos. Que su
oración sea: “Señor: te presento mi petición. Pongo mi confianza en
ti, y te pido la bendición que tú consideres mejor para mi utilidad
presente y futura y para mi eterno bien”. Y cuando se levante, ¡crea!
Cuando el enemigo se aproxime con sus tinieblas, cante acerca de la
fe y hable en cuanto a la fe, y descubrirá que por medio del canto y
de la conversación entra la luz en su vida.
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”.
Filipenses 4:4
. Los que hacen esto disfrutan de una vida gozosa.
Nada desagradable procede de sus labios o de la atmósfera que rodea
al alma, porque no se sienten mejores que los demás. Escóndase
en Jesucristo; en ese caso todo el tiempo la verdad de Dios estará
preparándolo para la futura vida inmortal. Cuando confía en el
poderoso, su experiencia no es prestada; le pertenece.—
Manuscrito
91, 1901
.