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Leyes que gobiernan la mente
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decrepitud, enfermedad e imbecilidad que inundan el mundo, ha-
cen de él un lazareto, en comparación con lo que Dios quería que
fuera y para lo cual lo había designado; y la actual generación es
débil mental, moral y físicamente. Toda esta miseria se ha ido acu-
mulando de generación en generación, porque el hombre caído ha
estado dispuesto a quebrantar la ley de Dios. Mediante la compla-
cencia del apetito pervertido se cometen algunos pecados de mayor
magnitud.—
Testimonies for the Church 4:30 (1876)
.
La transgresión rompe la armonía
El mismo poder que sostiene la naturaleza, trabaja también en el
hombre. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella
y al átomo, rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan la acción
del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo,
son las leyes de la poderosa Inteligencia que tiene jurisdicción sobre
el alma. De esta Inteligencia procede toda la vida. Únicamente en
la armonía con Dios se puede hallar la verdadera esfera de acción
de la vida. La condición para todos los objetos de su creación es la
misma: Una vida sostenida por la vida que se recibe de Dios, una
vida que esté en armonía con la voluntad del Creador. Transgredir
su ley, física, mental o moral, significa perder la armonía con el
universo, introducir discordia, anarquía y ruina.—
La Educación, 99,
100 (1903)
.
El efecto sigue a la causa con toda seguridad
Según las leyes de Dios que rigen en la naturaleza, el efecto
sigue a la causa con invariable seguridad. La siega es un testimonio
de la siembra. Aquí no hay simulación posible. Los hombres pueden
engañar a sus semejantes y recibir alabanza y compensación por
un servicio que no han prestado. Pero en la naturaleza no puede
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haber engaño. La cosecha dicta sentencia de condenación para el
agricultor infiel. Y en su sentido superior, esto se aplica también al
campo de lo espiritual.
El mal triunfa aparentemente, pero no en realidad. El niño que
por jugar falta a clases, el joven perezoso para estudiar, el empleado
o aprendiz que no cuida los intereses de su patrón, el hombre que en