Página 107 - Mente, C

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El temor
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Apartemos la vista del yo
—Aparte su vista de Ud. mismo y
mire a Jesús. Ud. puede reconocer que es pecador, y al mismo
tiempo es su privilegio reconocer a Cristo como su Salvador. No
vino a llamar justos sino pecadores al arrepentimiento. Satanás
le presentará a la mente humana dificultades y sugerencias para
debilitar la fe y destruir el valor. Tiene muchísimas tentaciones que
pueden acudir en tropel a la mente, una detrás de otra; pero si Ud.
estudia detenidamente sus emociones y da lugar a sus sentimientos,
estará atendiendo al mal huésped de la duda, y al hacerlo se enredará
en perplejidades y desesperación. Puede preguntarse: ¿Qué hay que
hacer frente a estas terribles sugerencias? Expúlselas de su mente
mediante la contemplación de las incomparables profundidades del
amor del Salvador. No exalte sus sentimientos, no discuta con ellos,
ni los adore, ya sean buenos o malos, tristes o animadores.—
Carta
41, 1893
.
Venzamos el temor mediante la confianza en Cristo
—Jesús
nos invita a acudir a él, y entonces levantará la carga de nuestros
cansados hombros y pondrá sobre nosotros su yugo, que es fácil, y
su carga, que es liviana. La senda por la cual nos sugiere caminar
nunca nos habría costado un sufrimiento si siempre hubiéramos
andado por ella. Cuando nos apartamos de la senda del deber, nos
volvemos difíciles y agresivos. Los sacrificios que debemos hacer al
seguir a Cristo son sólo otros tantos pasos para regresar a la senda
de la luz, la paz y la felicidad. Las dudas y los temores provienen del
hecho de admitirlos; mientras más los admitimos, más difíciles de
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vencer se volverán. Hay seguridad en rechazar todo sostén terrenal
y tomar la mano del que levantó y salvó al discípulo que se hundía
en el tormentoso mar.—
Testimonies for the Church 4:558 (1881)
.
Cristo, el portador de cargas
—Presenta a Dios tus necesida-
des, gozos, tristezas, cuidados y temores. No puedes agobiarlo ni
cansarlo... Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y
aun por nuestra presentación de ellas. Ninguna cosa es demasiado
grande para que él no pueda soportarla; él sostiene los mundos y
gobierna todos los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna
manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay
en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer,
ni perplejidad tan grande que él no pueda desenredar. Ninguna cala-
midad puede acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad