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Mente, Cáracter y Personalidad 2
vadas, no sea que produzcan contiendas acerca de cosas de menor
importancia. Los obreros de Cristo deben unirse en tierna simpa-
tía y amor. Que nadie crea que es una virtud mantener sus propios
conceptos, y suponer que es el único a quien el Señor le ha dado
discernimiento e intuición. La caridad cristiana cubre multitud de
cosas que alguien podría considerar que son defectos en los demás.
Se necesita mucho amor, y mucho menos crítica. Cuando el Espíritu
Santo esté obrando evidentemente en los corazones de los ministros
y sus ayudantes, manifestarán la ternura y el amor de Cristo.—
Carta
183, 1899
.
No hay que atacar a las personas
—Algunos de nuestros her-
manos han dicho y han escrito muchas cosas que han sido interpre-
tadas como que expresan antagonismo hacia el gobierno y la ley. Es
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un error exponernos así a malentendidos. No es prudente tratar de
descubrir continuamente fallas en lo que hacen los dirigentes del
gobierno. No es nuestra tarea atacar a individuos o instituciones.
Debemos tener mucho cuidado, no sea que se intérprete que nos
estamos oponiendo a las autoridades civiles. Es verdad que nuestra
lucha es agresiva, pero nuestras armas están en un sencillo “Así dice
Jehová”. Nuestra obra consiste en preparar a un pueblo para que
pueda estar en pie en el gran día de Dios. No debemos permitir
que se nos desvíe a un terreno que promueva conflictos o despierte
antagonismos entre los que no son de nuestra fe.—
Testimonies for
the Church 6:394 (1900)
.
Cómo hacer frente a la incredulidad y a las enseñanzas cis-
máticas
—Se me mostró que malos ángeles, bajo la forma de cre-
yentes, obrarán en nuestras filas para introducir un fuerte espíritu de
incredulidad. Que ni siquiera esto los desanime; en cambio, ofrez-
can un corazón leal para ayudarle al Señor contra los poderes de
los instrumentos satánicos. Esos poderes malignos aparecerán en
nuestras reuniones, no para recibir una bendición, sino para contra-
rrestar las influencias del Espíritu de Dios. No tomen en cuenta las
declaraciones que hagan; en cambio, repitan las ricas promesas de
Dios, que son sí y amén en Cristo Jesús. Nunca debemos aceptar las
palabras que puedan pronunciar los labios humanos para confirmar a
los malos ángeles en su obra, sino que debemos repetir las palabras
de Cristo.—
Carta 46, 1909
.
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