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Capítulo 56—La ira
La ira abre el corazón a Satanás
—Pero los que por cualquier
supuesta provocación se sienten libres para ceder a la ira o al re-
sentimiento, están abriendo el corazón a Satanás. La amargura y
animosidad deben ser desterradas del alma si queremos estar en
armonía con el cielo.—
El Deseado de Todas las Gentes, 277 (1898)
.
Siervos del pecado
—“¿No sabéis que a quien os prestáis vo-
sotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel
a quien obedecéis?”
Romanos 6:16
. Si cedemos a la ira, la con-
cupiscencia, la codicia, el odio, el egoísmo, o algún otro pecado,
nos hacemos siervos del pecado. “Ningún siervo puede servir a dos
señores”.
Lucas 16:13
. Si servimos al pecado, no podemos servir
a Cristo. El cristiano sentirá las incitaciones del pecado, porque la
carne codicia contra el Espíritu; pero el Espíritu batalla contra la
carne, manteniéndose en una lucha constante. Aquí es donde se
necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana llega a unirse a la
fortaleza divina, y la fe exclama: “Mas a Dios gracias, que nos da
la victoria por el Señor nuestro Jesucristo”.
1 Corintios 15:57
.—
EC
121, 122 (1881)
.
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Ira nacida de la sensibilidad moral
—Es cierto que hay una
indignación justificable, aun en los seguidores de Cristo. Cuando
vemos que Dios es deshonrado y su servicio puesto en oprobio,
cuando vemos al inocente oprimido, una justa indignación conmueve
el alma. Un enojo tal, nacido de una moral sensible, no es pecado.—
El Deseado de Todas las Gentes, 277 (1898)
.
La ira de Moisés
—El haber roto las tablas de piedra era sólo
una representación del hecho de que Israel había quebrantado el
pacto que tan recientemente había hecho con Dios. El texto bíblico
“Airaos, pero no pequéis”, se refiere a la justa indignación contra
el pecado, que surge del celo por la gloria de Dios, y no al enojo
promovido por la ambición del amor propio herido. Tal fue el enojo
de Moisés.—
Testimonios para los Ministros, 101 (1890)
.
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