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El odio y la venganza
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La transgresión puso al hombre en armonía con Satanás
Cuando el hombre quebrantó la ley divina, su naturaleza se hizo
mala y llegó a estar en armonía y no en divergencia con Satanás.—
El
Conflicto de los Siglos, 559 (1888)
.
Existirá odio mientras exista pecado
—El odio a los principios
puros de la verdad, las acusaciones y persecuciones contra sus de-
fensores, existirán mientras existan el pecado y los pecadores. Los
discípulos de Cristo y los siervos de Satanás no pueden congeniar.—
El Conflicto de los Siglos, 561 (1888)
.
El reproche produce odio
—El mismo espíritu que fomentara la
rebelión en el cielo, continúa inspirándola en la tierra... La represión
del pecado despierta aún el espíritu de odio y resistencia. Cuando
los mensajeros que Dios envía para amonestar tocan la conciencia,
Satanás induce a los hombres a que se justifiquen y a que busquen la
simpatía de otros en su camino de pecado. En lugar de enmendar sus
errores, despiertan la indignación contra el que los reprende, como
si éste fuera la única causa de la dificultad. Desde los días del justo
Abel hasta los nuestros, tal ha sido el espíritu que se ha manifestado
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contra quienes osaron condenar el pecado.—
El Conflicto de los
Siglos, 554 (1888)
.
La envidia es causa de odio
—Aunque Saúl estaba siempre
alerta y en busca de una oportunidad para matar a David, vivía te-
miéndole, en vista de que evidentemente el Señor estaba con él. El
carácter intachable de David provocaba la ira del rey; consideraba
que la misma vida y presencia de David significaban un reproche
para él, puesto que dejaba a su propio carácter en contraste desven-
tajoso. La envidia hacía a Saúl desgraciado, y ponía en peligro al
humilde súbdito de su trono.
¡Cuánto daño indecible ha producido en nuestro mundo este mal
rasgo de carácter! Había en el corazón de Saúl la misma enemistad
que incitó el corazón de Caín contra su hermano Abel, porque las
obras de Abel eran justas, y Dios lo honraba, mientras que las de
Caín eran malas, y el Señor no podía bendecirlo. La envidia es hija
del orgullo, y si se la abriga en el corazón, conducirá al odio, y even-
tualmente a la venganza y al homicidio. Satanás ponía de manifiesto
su propio carácter al excitar la furia de Saúl contra aquel que jamás
le había hecho daño.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 705, 706
(1890)
.