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La fe
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alcanzan a otros con ese toque peculiar que produce la virtud de
curar el alma.—
Comentario Bíblico Adventista 6:1073 (1874)
.
La humildad no es fe
—La humildad, la mansedumbre y la
obediencia no son la fe; pero son los efectos o frutos de la fe.—
Joyas de los Testimonios 2:140 (1885)
.
La fe infunde confianza propia
—No fueron escritas estas co-
sas [las declaraciones de la confianza de Pablo en Dios] únicamente
para que las leamos y nos asombremos, sino para que la misma fe
que obró en los siervos de Dios de antaño, obre en nosotros. Doquie-
ra haya corazones llenos de fe que sirvan de conducto transmisor
de su poder, no será menos notable su modo de obrar ahora que
entonces.
A los que, por falta de confianza propia, evitan tareas y responsa-
bilidades, enséñeseles a confiar en Dios. Así más de uno que de otro
modo no sería más que una cifra en el mundo, tal vez una carga im-
potente, podrá decir con el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece”.
Filipenses 4:13
.—
La Educación, 256 (1903)
.
[552]
Se necesita fe a cada paso
—La fe es necesaria tanto en los
asuntos más pequeños como en los mayores de la vida. En todos
nuestros negocios y nuestras ocupaciones diarias, la fuerza sus-
tentadora de Dios llega a ser real para nosotros por medio de una
confianza constante.—
La Educación, 255 (1903)
.
Enseñemos fe
—Se debería explicar claramente cómo se puede
ejercer fe. Toda promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si esta-
mos dispuestos a hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece.
Cualquier don que nos prometa se encuentra en la promesa misma.
“La semilla es la palabra de Dios”.
Lucas 8:11
. Tan ciertamente
como se encuentra la semilla del roble en la bellota, se encuentra el
don de Dios en su promesa. Si recibimos la promesa, recibimos el
don.—
La Educación, 253 (1903)
.
La fe tiene preciosas lecciones para los niños
—La fe tiene
preciosas lecciones para el niño sensible a las ofensas. La disposi-
ción a resistir el mal o vengar el agravio recibe a menudo su impulso
de un profundo sentimiento de justicia y un espíritu activo y enérgi-
co. Enséñese a ese niño que Dios es el guardián eterno de la justicia.
Cuida tiernamente a los seres que ama al punto de dar a su ama-
do Hijo para salvarlos. El se entenderá con cada malhechor.—
La
Educación, 256, 257 (1903)
.