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Mente, Cáracter y Personalidad 2
El trabajo bien regulado es esencial para el éxito
—Algunos
jóvenes piensan que si pudieran pasar toda la vida sin hacer nada
serían extremadamente felices. Ellos cultivan odio por el trabajo útil.
Envidian a los hijos del placer que dedican sus vidas a la diversión y
la alegría... La infelicidad y la angustia son el resultado de tales pen-
samientos y conducta. “No hacer nada” ha hundido en la perdición
a más de un joven.
El trabajo bien regulado es esencial para el éxito de cada jo-
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ven. Dios no habría podido infligir una maldición mayor sobre los
hombres y las mujeres que condenarlos a una vida de inacción. La
ociosidad destruirá el alma y el cuerpo. Se debilitan el corazón, el
carácter moral y las energías físicas. El intelecto sufre, y el corazón
queda expuesto a la tentación como una avenida abierta para hun-
dirse en todo vicio. El hombre indolente tienta al diablo a que lo
tiente.—
Nuestra Elavada Vocacion, 224 (1871)
.
El hábito de la indolencia perjudica (consejo a los padres)
Uds. han sido ciegos a la influencia que el enemigo ha ejercido sobre
sus hijos. Las tareas del hogar, inclusive el cansancio, no los habrían
perjudicado ni en la quincuagésima parte de lo que lo ha hecho la
indolencia habitual. Habrían escapado de muchos peligros si se los
hubiera instruido para que ocuparan su tiempo en una tarea útil. No
habrían contraído esa disposición inquieta, ese deseo de cambios y
de sociabilidad. Se habrían evitado muchas tentaciones a la vanidad
y a entregarse a entretenimientos que no aprovechan, a la lectura
liviana, a la conversación ociosa y a la insensatez. Habrían ocupado
el tiempo en tareas más satisfactorias y evitado esa gran tentación de
buscar la compañía del sexo opuesto y de disculpar su mala conducta.
La vanidad y el afecto, la inutilidad y el pecado, definidamente han
sido los resultados de esa indolencia.—
Testimonies for the Church
4:97, 98 (1876)
.
Para tensar cada músculo
—Al hombre se le concede una parte
en la gran lucha por la vida eterna; debe responder a la obra del
Espíritu Santo. Se requiere una lucha para quebrantar los poderes de
las tinieblas, y el Espíritu obra en él para lograrlo. Pero el hombre no
es un ser pasivo, que deba ser salvado en la indolencia. Se lo llama
a tensar cada músculo y a ejercer cada facultad en la lucha por la
inmortalidad; pero es Dios quien completa la eficiencia.