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Las relaciones sociales
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aquéllos a los ojos de Dios, serían considerados y tratados como
inferiores a sus hermanos más afortunados.
Al sentir la clase pobre esta opresión, se despertarían en ella las
pasiones. Habría un sentimiento de desesperación que tendería a
desmoralizar la sociedad y a abrir la puerta a crímenes de toda índole.
Los reglamentos que Dios estableció tenían por objeto fomentar la
igualdad social. Las medidas del año sabático y del año de jubileo
habían de corregir mayormente lo que en el intervalo se hubiera
desquiciado en la economía social y política de la nación.—
Historia
de los Patriarcas y Profetas, 575 (1890)
.
Las clases sociales son una prueba para el desarrollo del ca-
rácter
—Nunca fue el propósito de Dios que no hubiera pobres en
el mundo. Las clases sociales nunca llegarían a igualarse, porque la
diversidad de condición que caracteriza nuestra raza es uno de los
medios designados por Dios para probar y desarrollar el carácter.
Muchos han insistido con gran entusiasmo en que todos los
hombres deberían participar en forma igualitaria de las bendiciones
temporales de Dios, pero ése no era el propósito del Creador. Cristo
dijo que a los pobres siempre los tendríamos con nosotros. Los
pobres, igual que los ricos, han sido adquiridos por medio de su
sangre; y entre sus profesos seguidores, en la mayoría de los casos,
los primeros lo sirven con dedicación, mientras los últimos están
constantemente poniendo sus afectos en los tesoros terrenales, y
se olvidan de Cristo. Los cuidados de esta vida y la codicia de las
riquezas eclipsan la gloria del mundo eterno. La mayor desgracia que
le podría sobrevenir a la humanidad sería que todos fueran puestos en
pie de igualdad en cuanto a las posesiones terrenales.—
Testimonies
for the Church 4:551, 552 (1881)
.
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Las clases sociales están fuera de la ley a la vista de Dios
La religión de Cristo eleva al que la recibe a un nivel superior de
pensamiento y acción, al mismo tiempo que presenta a toda la es-
pecie humana como igual objeto del amor de Dios habiendo sido
comprada por el sacrificio de su Hijo. A los pies de Jesús, los ricos y
los pobres, los sabios y los ignorantes, se encuentran sin diferencia
de casta o de preeminencia mundanal. Todas las distinciones terre-
nas son olvidadas cuando consideramos a Aquel que traspasaron
nuestros pecados.