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Mente, Cáracter y Personalidad 2
La abnegación, la condescendencia, la compasión infinita de
Aquel que está muy ensalzado en el cielo, avergüenzan el orgullo
de los hombres, su estima propia y sus castas sociales. La religión
pura y sin mácula manifiesta sus principios celestiales al unir a todos
los que son santificados por la verdad. Todos se reúnen como almas
compradas por sangre, igualmente dependientes de Aquel que las
redimió para Dios.—
Obreros Evangélicos, 345 (1915)
.
Remedio para los males sociales
—Josafat debió gran parte de
su prosperidad como gobernante a estas sabias medidas tomadas pa-
ra suplir las necesidades espirituales de sus súbditos [la designación
de sacerdotes para enseñar]. Hay mucho beneficio en la obediencia
a la ley de Dios. En la conformidad con los requerimientos divinos
hay un poder transformador que imparte paz y buena voluntad entre
los hombres. Si las enseñanzas de la Palabra de Dios ejercieran una
influencia dominadora en la vida de cada hombre y mujer, y los
corazones y las mentes fuesen sometidos a su poder refrenador, los
males que ahora existen en la vida nacional y social no hallarían ca-
bida. De todo hogar emanaría una influencia que haría a los hombres
y mujeres fuertes en percepción espiritual y en poder moral, y así
naciones e individuos serían colocados en un terreno ventajoso.—
La
Historia de Profetas y Reyes, 143 (1917)
.
El cultivo apropiado de las relaciones sociales produce feli-
cidad
—A los que vivían lejos del tabernáculo la asistencia a las
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fiestas anuales les requería más de un mes de cada año. Este ejemplo
de devoción a Dios debe recalcar la importancia de los servicios
religiosos y la necesidad de subordinar nuestros intereses egoístas y
mundanos a los que son espirituales y eternos.
Sufrimos una pérdida si hacemos caso omiso del privilegio de
reunirnos para fortalecernos y alentarnos unos a otros en el servicio
de Dios. Las verdades de su palabra pierden entonces para nuestra
mente su vigor e importancia. Nuestro corazón deja de sentirse ilu-
minado e inspirado por la influencia santificadora, y decae nuestra
espiritualidad. En nuestro trato mutuo como cristianos perdemos
mucho por carecer de simpatía unos hacia otros. El que se encierra
en sí mismo no desempeña bien la misión que Dios le ha encargado.
Somos todos hijos de un solo Padre y dependemos unos de otros
para ser felices. Somos objeto de los requerimientos de Dios y la
humanidad. Al cultivar debidamente los elementos sociales de nues-