Página 301 - Mente, C

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Control de una mente sobre otra
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falsos. Es ajena a la naturaleza y al espíritu de Cristo. No conduce
hacia Aquel que es vida y salvación. Quien atrae las mentes hacia sí
mismo las induce a separarse de la verdadera Fuente de su fuerza.
No es propósito de Dios que ser humano alguno someta su mente
y su voluntad al gobierno de otro para llegar a ser instrumento pasivo
en sus manos. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro.
Nadie debe considerar a ser humano alguno como fuente de curación.
Sólo debe depender de Dios. En su dignidad varonil, concedida por
Dios, debe dejarse dirigir por Dios mismo y no por entidad humana
alguna.
Dios quiere poner a los hombres en relación directa consigo
mismo. En su trato con los seres humanos reconoce el principio
de la responsabilidad personal. Procura fomentar en ellos el sen-
timiento de dependencia personal y hacerle sentir la necesidad de
su dirección. Desea asociar lo humano con lo divino, para que los
hombres se transformen a la imagen divina. Satanás procura frustrar
este propósito, y se esfuerza en alentar a los hombres a depender de
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otros hombres. Cuando las mentes se desvían de Dios, el tentador
puede someterlas a su gobierno y dominar a la humanidad.—
El
Ministerio de Curación, 185, 186 (1905)
.
La mente que se somete a otra quedará dañada para siem-
pre
—No debería permitírsele a nadie que controlara la mente de
otra persona, con la idea de que eso le proporcionará un gran benefi-
cio. La cura mental es uno de los más grandes engaños que pueden
practicarse con alguien. Se puede sentir un alivio temporal, pero la
mente de la persona dominada nunca más será tan fuerte ni tan digna
de confianza. Podemos ser tan débiles como la mujer que tocó el
borde del manto de Jesús; pero si aprovechamos la oportunidad que
Dios nos ha dado de acudir a él con fe, responderá tan rápidamente
como lo hizo cuando se produjo ese toque de fe.
No es la voluntad de Dios que un ser humano someta su mente
a la de otro. Cristo resucitado, que está sentado ahora en el trono a
la diestra del Padre, es el poderoso sanador. Miren a él para recibir
poder curativo. Sólo por medio de él pueden los pecadores acudir a
Dios así como están. Jamás podrán lograrlo por medio de la men-
te de otro hombre. El ser humano jamás debe interponerse entre
los agentes celestiales y los que sufren.—
Manuscrito 105, 1901
;
Medical Ministry, 115, 116
.