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La ciencia satánica de la exaltación propia
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La temible posibilidad de engañarse a sí mismo
—No poseer
las gracias del Espíritu es triste en verdad; pero es una condición
aun más terrible hallarnos así destituidos de la espiritualidad y de
Cristo y, sin embargo, tratar de justificarnos diciendo a los que se
alarman por nosotros que no necesitamos sus temores y compasión.
¡Terrible es el poder del engaño en la mente humana! ¡Qué ceguera
la que pone la luz en lugar de las tinieblas y las tinieblas en lugar de
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la luz! El Testigo fiel nos aconseja que compremos de él oro afinado
en el fuego, vestiduras blancas y colirio.—
Joyas de los Testimonios
1:478 (1876)
.
El poder de Satanás se manifiesta sobre los que se autoexal-
tan
—Cuán vana es la ayuda del hombre cuando el poder de Satanás
se ejerce sobre un ser humano que no sabe que está participando de
la ciencia de Satanás. En su confianza propia avanza directamente
hacia la trampa que le tiende el enemigo, y cae en ella. No hace caso
de las advertencias que se le dan, y cae presa de Satanás. Si hubiera
caminado humildemente con Dios, habría corrido al lugar de refugio
provisto para él por el Señor. Entonces, en los momentos de peligro,
habría estado seguro, y Dios habría levantado para él bandera contra
el enemigo.—
Carta 126, 1906
.
Hacia el suicidio
—El mundo, que actúa como si no hubiera
Dios, absorto en propósitos egoístas, experimentará pronto una súbi-
ta destrucción, y no escapará. Muchos continúan en una complacen-
cia descuidada del yo hasta que llegan a estar tan disgustados con la
vida que terminan con su existencia.
Bailando y parrandeando, bebiendo y fumando, complaciendo
sus pasiones animales, marchan como bueyes al matadero. Satanás
está trabajando con todo su arte y encantos para mantener a los
hombres marchando a ciegas, hasta que el Señor se levante de su
lugar para castigar a los habitantes de la tierra por sus iniquidades,
ocasión cuando la tierra devolverá su sangre y no cubrirá más sus
muertos. El mundo entero parece empeñado en la marcha de la
muerte.—
El Evangelismo, 24 (1903)
.
El yo se manifiesta cada vez que se lo toca
—¡Qué victoria
podríamos ganar si aprendiéramos a aprovechar las oportunidades
que nos abre la providencia de Dios! ¡Cuán vencedores seríamos
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si con corazón agradecido tomáramos la determinación de vivir
con la vista fija en su gloria, tanto en la enfermedad como en la