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Mente, Cáracter y Personalidad 2
Cuando declina el vigor mental
—Sucede con frecuencia que
las personas ancianas no están dispuestas a comprender ni reconocer
que su fuerza mental está decayendo. Acortan sus días asumiendo
preocupaciones que corresponden a sus hijos. Satanás obra a menudo
sobre su imaginación y las induce a sentir una ansiedad continua
respecto de su dinero. Este llega a ser su ídolo y lo guardan con
cuidado avariento. Hasta se privan a veces de muchas comodidades
de la vida y trabajan más de lo que les permiten sus fuerzas, en vez
de usar los recursos que tienen. De esta manera sufren constante
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necesidad por temor a que en algún tiempo futuro tengan que pasar
miseria.
Todos estos temores tienen su origen en Satanás. El excita los
órganos que los inducen a sentir temores y celos serviles que corrom-
pen la nobleza del alma y destruyen los pensamientos y sentimientos
elevados. Tales personas son insanas respecto del dinero.
Si ellas asumiesen la actitud que Dios quiere que asuman, sus
postreros días podrían ser los mejores y más felices. Quienes tienen
hijos en cuya honradez y juicioso manejo tienen motivos para confiar,
deben dejar que ellos los hagan felices. A menos que obren así,
Satanás se aprovechará de su falta de fuerza mental, y manejará
todo en su lugar. Deben deponer la ansiedad y las cargas, ocupar
su tiempo tan felizmente como puedan, y prepararse así para el
cielo.—
Joyas de los Testimonios 1:173 (1864)
.
El recuerdo de lo sucedido recientemente pasa pronto
—El
que ha crecido en el servicio a Dios puede olvidar las cosas que están
sucediendo a su alrededor y los acontecimientos de su infancia. ¡Oh,
que los jóvenes puedan comprender cuán importante es mantener la
mente libre de pensamientos corruptores, pura y limpia, y preservar
el alma de toda práctica degradante; porque la pureza o la impureza
de la juventud se refleja en la ancianidad!—
HHD 80 (1894)
.
Los rasgos se acentúan en la ancianidad
—Vi a David supli-
cando al Señor que no lo abandonase cuando fuese viejo; vi qué
causa le arrancaba esta ferviente oración. Veía él que la mayoría de
los ancianos que lo rodeaban eran desgraciados, y que las caracterís-
ticas desfavorables de su carácter se intensificaban especialmente
con la edad. Si por naturaleza las personas eran avarientas y codi-
ciosas, lo eran hasta un punto muy desagradable en su vejez. Si eran