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Mente, Cáracter y Personalidad 2
de todas las gentes”, Cristo. La gracia divina, que él solo puede
impartir, es como agua viva que purifica, refrigera y vigoriza al
alma.—
El Deseado de Todas las Gentes, 157 (1898)
.
Comprendamos el punto de vista del mundo
—Un juicio ilu-
minado nos obliga a reconocer que las cosas celestiales son superio-
res a las de la tierra, y sin embargo el depravado corazón del hombre
lo induce a darle prioridad a las cosas de este mundo. A las verdades
de la Sagrada Escritura les son mezcladas las opiniones de los gran-
des hombres y las teorías de la falsamente llamada ciencia.—
The
Review and Herald, 24 de noviembre de 1891
.
El gran Consejero
—Acudan a Dios con todas sus necesidades.
No vayan a otro con sus pruebas y tentaciones; sólo Dios puede
ayudarlos. Si cumplen las condiciones implícitas en las promesas
del Señor, éstas se cumplirán en ustedes. Si sus mentes están fijas
en el Altísimo, no pasarán del éxtasis al valle del desaliento cuando
sobrevengan las pruebas y tentaciones. No hablarán con los demás
acerca de dudas y sombras. No dirán: “No sé nada de esto ni de
aquello. No me siento feliz. No estoy seguro de que tengamos la
verdad”. No lo harán, porque tendrán un ancla segura y firme para
el alma.
Cuando hablamos acerca de desánimo y tinieblas, Satanás es-
cucha con regocijo infernal, porque le agrada saber que nos ha
sometido a su servidumbre. No puede leer nuestros pensamientos,
pero puede ver nuestras acciones y oír nuestras palabras; y gracias
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a su amplio conocimiento de la familia humana, puede adaptar sus
tentaciones para sacar provecho de las debilidades de nuestros ca-
racteres. Y cuán a menudo le permitimos que descubra el secreto de
cómo lograr la victoria sobre nosotros. ¡Oh, si pudiéramos controlar
nuestras palabras y nuestros actos! Cuán fuertes llegaríamos a ser si
nuestras palabras fueran de tal naturaleza que no nos avergonzára-
mos de ellas cuando veamos su registro en el día del juicio. Cuán
diferente serán en el día de Dios de lo que nos parecían cuando las
pronunciamos.—
The Review and Herald, 19 de mayo de 1891
.
Se encuentra entre nosotros el gran Consejero de los siglos,
invitándonos a poner su confianza en él. ¿Nos apartaremos de él
para buscar a vacilantes seres humanos que dependen totalmente de
Dios, igual que nosotros? ¿Tan por debajo de nuestros privilegios
hemos caído? ¿No hemos sido culpables de esperar demasiado poco,