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Mente, Cáracter y Personalidad 2
El amor por el Redentor disipa los miasmas
—La mente está
nublada por la malaria sensual. Los pensamientos necesitan puri-
ficación. ¡Qué no podrían haber sido los hombres y las mujeres si
hubieran comprendido que la manera como se trata el cuerpo es de
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vital importancia para el vigor y la pureza de la mente y el corazón!
El verdadero cristiano participa de experiencias que producen
santificación. Queda sin una mancha de culpa en la conciencia, sin
una mancha de corrupción en el alma. La espiritualidad de la ley de
Dios, con sus principios restrictivos, penetra en su vida. La luz de
la verdad irradia su entendimiento. Un resplandor de perfecto amor
por el Redentor despeja el miasma que se ha interpuesto entre su
alma y Dios. La voluntad de Dios se ha convertido en su voluntad:
pura, elevada, refinada y santificada. Su rostro revela la luz del
cielo. Su cuerpo es templo adecuado para el Espíritu Santo. La
santidad adorna su carácter. Dios puede tener comunión con él, pues
el alma y el cuerpo están en armonía con Dios.—
Comentario Bíblico
Adventista 7:921 (1898)
.
El amor de Cristo es un poder vitalizador
—El amor que Cris-
to infunde a todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada
una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su
medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran
en actividad. Libra el alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y
congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad
y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede
destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud
y vida.—
El Ministerio de Curación, 78 (1905)
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